El Amor

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Capítulo 3

 

1. INTRODUCCION

  "Aunque  yo hablase lenguas, las de los hombres y las de los ángeles, si yo no tuviese  amor, seria como bronce que suena o como campana que retiñe. Aunque  tuviese el don de profecía, el conocimiento de todos los misterios y de toda la ciencia, aunque tuviese toda la fe, al punto de transportar montañas, si no tuviese  amor, nada sería. Aunque distribuyese todos  mis bienes a los pobres, aunque entregase mi cuerpo a las llamas, si no tuviese  amor, de nada me serviría" (I Cor 13,1-3).

  San Pablo escribe para una comunidad cristiana. No habla para los incrédulos. Se refiere a hechos muy estimados y practicados por un público cristiano - la fe, la generosidad, la profecía, e incluso el don de lenguas, que últimamente recuperó  su presencia entre los valores cristianos. Es en ese público donde es preciso enseñar  la primacía del amor.

  El amor es la única realidad de la persona humana que nunca desaparece. En la muerte, el ser humano deja todo; solamente una cosa permanece para siempre: el amor. Sin amor nadie se salva. Nadie se salva por la fe, por la esperanza o por la religión. Ninguna religión salva, solamente el amor.

  "Dios es amor", dice San Juan. El amor es el don mayor de Dios, por encima de cualquier otro, porque es el mismo Dios. Nadie nace en el amor, salvo, según la doctrina de la Iglesia, la Virgen María. Al amor se llega por una conversión — una vuelta completa de la existencia. Es una transformación mucho más radical  que la de entrar en una religión. Se puede vivir en una religión sin conocer la caridad - que sería lo más fundamental.

  Dom Helder Cámara se convirtió a los 56 años, después del Congreso Eucarístico de Río de Janeiro en 195518. Un eminente jesuita chileno, el P. José Aldunate, que recién publicó sus memorias, se convirtió a los 56 años - después de haber sido provincial y haber tenido las más diversas responsabilidades existentes en la Compañía de Jesús. Se convirtió cuando fue a trabajar con los mineros del cobre en la gran mina de Chuquicamata19. Ciertamente, antes de esa conversión practicaba todas las virtudes que se esperan de un buen religioso, pero aún faltaba lo esencial. Una pregunta que se deben hacer todos los que se llaman "buenos católicos" - y son efectivamente "buenos católicos" -, es ésta: ¿Ya tengo lo esencial, "sin lo cual yo no soy nada", como diría San Pablo? Claro que esa pregunta vale, en primer lugar, para los que en la Iglesia tienen una posición destacada: los religiosos y las religiosas, los sacerdotes y los obispos. Ellos están  expuestos a una tentación obvia: pensar que ya están convertidos por el hecho de ocupar una posición  destacada. Pero eso no constituye una condición segura. Es más fácil engañarse cuando se está  en una posición de prestigio - porque otros aplauden, la gente piensa que  se merecen aplausos.

  La conversión puede ser repentina, cuando el sujeto se somete inmediatamente al cambio - como hizo el mismo Pablo, y también las dos personas que acabamos de citar; o puede demorarse cuando el sujeto duda, posterga, resiste durante mucho tiempo - como en el caso de San Agustín.

 

           Ante esto, alguien podría pensar que el acceso al amor es excepcional. No es tan así. Es excepcional entre las personas bien conocidas, cuyos nombres  son publicados en la sociedad.  Pero la conversión al amor es mucho más frecuente entre personas simples, cuyos nombres nunca aparecerán en los medios de comunicación. Es mucho más espontánea entre los pobres, menos impedidos por la importancia de su personalidad. Por eso el amor sustenta al mundo, pues está siendo vivido en la realidad de los pobres.

  El tema amor no fue muy tratado por la teología latinoamericana - como por la Teología en general - durante el último medio siglo. Como dijimos al inicio, estamos en una fase histórica en la que predomina la esperanza - el cristianismo es vivido más espontáneamente como esperanza. Pero no podemos perder de vista la escala de los valores.

  La teología latino-americana dio más énfasis al sujeto colectivo  que al sujeto individual en la liberación de los oprimidos. Consideró más la liberación como acción del sujeto colectivo - de los oprimidos enfrentando las fuerzas de opresión. La justicia sería el fruto de la lucha del sujeto colectivo contra la opresión - también colectiva. La consideración de las estructuras era más importante  que la de las personas. Era una reacción saludable contra la doctrina cristiana que solamente se interesaba por una moral individual. Pero el problema justamente es que existe una vinculación entre lo personal y lo colectivo. La justicia no es el producto de fuerzas sociales, como si éstas tuviesen una existencia separada de las personas. El sujeto de la liberación, el pobre individual, era supuesto; pero la experiencia mostró que había un optimismo exagerado en la esperanza de liberación de los pobres.

  En segundo lugar, los teólogos de ese período pensaban que la transformación social se haría por medio del Estado, o sea, que era un problema político. En lenguaje bíblico: confiaban en la ley para cambiar las relaciones sociales. Se olvidaban de toda la dialéctica paulina sobre la ley y la libertad. Desde entonces los limites de la ley aparecerán en la experiencia de los pueblos latino-americanos. El problema de la liberación es mucho más  que cambiar las leyes y entregar al Estado la misión de transformar la sociedad. Basta recordar lo que ocurrió en  Nicaragua. Las leyes de reforma agraria y las nuevas estructuras materiales que son producto de esa ley, no transforman la mentalidad humana básica: no crean el amor, en el sentido cristiano de la palabra. El capitalismo, como institución de la competencia, no es simplemente una imposición de los poderosos, sino que  es también la preferencia de una gran parte de la población - pues estimula el sentido del egoísmo que está en el corazón de todos.

 

18) Cf. Nelson Piletti y Walter Praxedes, Dom Helder Câmara, Sao Paulo: Ätica, 1977, p. 26.

19) Cf. José Aldunate Lyon, Un peregrino cuenta su historia. Santiago: Ed. Ignaciana 2003, pp. 109-113.

 

  La política presenta otro problema: los liderazgos. Teóricamente los liderazgos políticos serían los representantes del mundo de los pobres. Ellos realizarían en si mismos, y por su actuación, la gran obra de amor: la liberación de los oprimidos - porque ellos moverían al Estado en el sentido de la liberación. Aquí también la experiencia histórica iluminó la realidad. Lo que apareció en  Nicaragua se refiere a las masas populares, pero también a los liderazgos. No es por el hecho de ser líderes que los dirigentes encarnan la liberación. La experiencia en el Brasil actual repite lo que se vio en  Nicaragua. El sujeto histórico con el cual se contaba, desapareció. En estas condiciones es necesario retomar el problema desde las bases. Es el problema del amor, personal y colectivo al mismo tiempo.

 

              La historia continúa y las situaciones cambian. No basta rectificar lo que se pensó en el pasado. En el pasado, los pobres estaban formados por trabajadores cuyo trabajo era explotado por los dueños del capital. Hoy, ser explotado pasó a ser un privilegio. Actualmente, los trabajadores, aún explotados, están contentos - porque por lo menos pueden trabajar. Los pobres son los excluidos, que viven de planes sin ninguna seguridad, en la economía informal. Viven en un mundo separado, que “recoge las migajas del festín de la minoría privilegiada". Surgió una economía que integra una parte de la población: aquellos que por la familia, por la educación, por las relaciones sociales pudieron entrar en la sociedad desarrollada. Los otros son tenidos como inútiles para la economía actual. Si no existiesen, todo funcionaría mucho mejor. Son los que perturban el funcionamiento de la sociedad. En realidad perturban bien poco, pero  su presencia incomoda.

  La relación de la persona como otro fue objeto de una gran parte del pensamiento filosófico del siglo XX, particularmente por parte de los judíos - tales como E Rozenzweig, A. Heschel, M. Buber y, sobre todo, E. Lévinas. A ellos se unieron personalistas cristianos como G. Marcel, M. Nédoncelle, E. Mounier  y  todo el movimiento Esprit. Estos autores influenciaron a los teólogos de la generación de la teología de la liberación, pero necesitan ser retomados a partir de otro punto de vista en la nueva situación de la humanidad en que estamos.

  A partir de una visión renovada de la sociedad y de la persona, podemos observar la cuestión del amor en la hora actual.

  ¿Cuáles son los aspectos a ser considerados?

  Primero está el reconocimiento del otro. La sociedad actual procura aislarse del mundo de los pobres y definir un sistema de relaciones sociales en que esa parte de la humanidad no existe. Hay varias ciencias humanas que estudian las relaciones humanas dentro de ese mundo restringido. No es ése el objeto de nuestro estudio, pero sí tratar de percibir que, en todas esas relaciones, hay una presencia invisible que denuncia y acusa la ausencia de los otros. Podemos llegar a un gran desarrollo de buenas relaciones dentro del mundo cerrado de la familia, de la empresa y dentro del círculo de relaciones habituales. Pero no se puede ignorar la exclusión de la gran masa de los otros. Se pueden inventar infinitas distracciones, diversiones para olvidar la existencia del otro mundo, pero está ahí y no hay cómo ignorarlo.

  En segundo lugar, el amor supone la compasión - que J. Sobrino llama  Principio-misericordia.  La compasión es bastante valorizada en muchos sistemas religiosos y, ciertamente, recibe un sentido especial en el evangelio. No puede haber amor sin compasión o sin perdón.

  La compasión no puede permanecer pasiva, sino se vuelve indignación. Sin compasión, la indignación puede no ayudar al oprimido, sino servir como desahogo o afirmación de rebelión ante el mundo - sin que de ahí resulte en algo nuevo de amor. Pero sin indignación no se llegará a amar en la práctica.

  De la compasión activa surge el compromiso. El evangelio expresa claramente que amar es hacer, y no solamente hablar o sentir.

  Amar es una opción de vida, y por eso resulta de una conversión - aquella que constituye la orientación definitiva de nuestra vida.

  Jesús dice que amar a Dios y amar al próximo es una sola cosa, un solo mandamiento. ¿Cómo puede ser eso? ¿Cómo es que el amor al otro es también amor a Dios y el amor a Dios se realiza en el amor al prójimo? Históricamente podemos constatar que una persona puede amar al prójimo y no amar a Dios, y quien ama a Dios puede no amar al prójimo. Son habitualmente dos movimientos autónomos. Hay personas que se dicen ateas y practican el amor al prójimo, y hay místicos que viven aislados de los otros - sin referencia a ellos. El secreto del evangelio de Jesús es justamente este: aproximar los dos movimientos para hacer de ellos uno solo. ¿Cómo será posible?

 

He aquí los temas que pretendemos abordar en este capítulo sobre la caridad.

 

2. El ANUNCIO DEL AMOR

  El amor es objeto de un anuncio: es una realidad nueva que hace irrupción en este mundo y que no conocíamos - aunque muchos lo hubiesen vivido, pero sin saber que lo estaban viviendo. Conocemos muchas experiencias humanas a las cuales damos el nombre de amor, pero que no son el verdadero amor - aquel amor en plenitud, que completa la totalidad de la vida humana. No tenemos vocablo para traducir la palabra griega que expresa el amor que viene de Dios - y cuya llegada está siendo anunciada. Es un amor nuevo, que no excluye, ni desvaloriza todas aquellas experiencias humanas a las cuales damos el nombre de amor, pero que se sitúa en un nivel de profundidad diferente. Puede estar presente y expresarse en esas nuestras diferentes experiencias humanas, que los griegos diferenciaban con diferentes denominaciones: Eros-filia-agape.

  El cristianismo tiene su centro en el amor. Todo el resto sirve en la medida en que camina hacia el amor. Todo lo que existe en las religiones puede ser expresión de un deseo de aproximación a Dios, pero no permite el conocimiento de Dios, porque Dios es amor y quien no ama no sabe lo que es el amor y, por tanto no sabe lo que es Dios. No se puede conocer a Dios sólo con medios intelectuales, ni por experiencia puramente espiritual; sino que para conocerlo, se necesita una experiencia humana completa. Dios es indecible, está por encima de cualquier palabra, pero puede ser conocido en el amor.

  Ese amor es Dios y, por consiguiente, solamente puede estar presente en nosotros como don de Dios. El conocimiento de Dios es diferente de cualquier otra experiencia de conocimiento. El amor no deriva del conocimiento como sucede en la vida diaria sino que el amor viene primero y de él deriva el conocimiento.

  Así dice San Juan: "Amémonos los unos a los otros, pues el amor viene de Dios y todo aquel que ama nació de Dios y conoce a Dios. Aquel que no ama no conoce a Dios" (I Jn 4, 7- 8). Él no dice: "Quien conoce a Dios, lo ama". Ese sería el camino habitual en nuestras relaciones humanas. Sería reducir el amor a Dios al nivel de los amores terrestres. Dios es diferente. Constantemente las personas religiosas tienden a amar a Dios de la manera como alguien ama a otra persona. Por ejemplo, ofrecen cosas que piensan que deben agradar a Dios, porque agradan a los amigos. Pero Dios no quiere recibir cosas. Quiere que amemos con el amor que de él procede. 

  "Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Como yo los amé, ámense también los unos a los otros. En esto reconocerán todos que son mis discípulos: si se tienen amor los unos por los otros" (Jn 13,34-35).

 Quien ama a Dios, cumple su mandamiento, que es único: "Ámense los unos a los otros".

  "En esto conocemos al Amor: él dio su vida por nosotros. Y nosotros también debemos dar nuestra vida por los hermanos. Si alguien, poseyendo los bienes de este mundo, ve a su hermano en la necesidad y se cierra a toda compasión, ¿cómo permanecería en él el amor de Dios? Hijitos, no amemos con palabras, ni con la lengua, sino con obras y en verdad" (I Jn 3,16-18).

  La expresión "no amemos con palabras, ni con la lengua" es muy fuerte. Pues toda la religión es hecha de palabras o de señales - que son equivalentes a las palabras. Lo que Dios quiere no es una religión, sino el amor.

  De lo dicho no podemos concluir apresuradamente que las religiones no sirven, sino que son secundarias. No es la religión  la que salva  sino el amor. El amor no consiste en decir a Dios que lo amamos, ni en multiplicar las señales de amor. Dios quiere obras y no señales. El amor está hecho de obras. 

Esas obras solamente pueden tener por objeto  a las personas humanas porque son las únicas que podemos alcanzar con  nuestras manos. El amor se realiza corporalmente, con el trabajo de las manos, de la cabeza y de los pies — siempre con el cuerpo.

  ¿Cuál puede ser, entonces, el significado de las religiones? Dejamos la respuesta a esta pregunta para tratar de ese asunto más adelante. Mientras tanto queremos destacar lo que decía San Pablo: "El amor jamás pasará. En cuanto a las profecías, desaparecerán 20. En  cuanto a las lenguas, cesarán. En cuanto a la ciencia, también desaparecerá" (I Cor 13,8). Solamente el amor pasará más allá de la barrera de la muerte. Solamente el amor entrará en la eternidad. El amor ya es la vivencia actual de la vida eterna. Quien ama ya pasó de la muerte hacia la vida eterna (cf. I Jn 3,14).

  Era necesario insistir en  esto desde el comienzo de esta exposición porque las instituciones religiosas acostumbran a resistirse a aceptar ese mensaje. Todas tienden a exagerar la importancia y el valor de las creencias, de los ritos, de los preceptos morales y de la sumisión a la institución. Pero todo eso es relativo. Puede ser bueno, pero también puede ser malo. Las discusiones de Jesús con los fariseos y la polémica de Pablo con el judaísmo - tal como él lo había aprendido -, son muy explícitas.

  No es Pablo ni Juan quienes inventaron esa doctrina, pero ella apenas enuncia - en forma más abstracta - lo que Jesús enseñó con su vida y con sus enseñanzas más populares.

  El mensaje fundamental de Jesús está muy claro en la parábola del juicio final. ¿Cual será el criterio aplicado por Dios en el juicio final? El no preguntará a que religión perteneció el sujeto. No preguntará si fue fiel a todos los preceptos de su religión. No preguntará si incurrió o no en alguna herejía. No preguntará si recibió los sacramentos - pues todo eso es ambiguo. Todo eso puede haber sido útil o perjudicial. Nada de eso tiene valor absoluto. Una sola cosa tiene valor absoluto: "Porque tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Era extranjero y me acogiste. Estuve desnudo y me vestiste, enfermo, y me visitaste, preso y viniste a verme" (Mt 25,35-36). Esa parábola fue muy citada en  América Latina en este último medio siglo, y con mucha razón - pues ella ilumina todo el evangelio de Mateo y condensa todo el mensaje de Jesús, tal como fue relatado por los Sinópticos. Allí están las obras de las que hablaba San Juan. Obras y no palabras.

  Jesús insiste mucho en esto: "No todo el que dice 'Señor, Señor' entrará en el Reino de los cielos, sino aquel que   hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7,21). ¿En esos gritos "¡Señor! ¡Señor!"  no están acaso  todas  nuestras oraciones? Para quien no practica el amor con obras, todas  las oraciones son inútiles, y Jesús no las escucha.

 

20) Debemos entender las profecías en el sentido de San Pablo. Ellas no tienen por objeto el futuro, sino el presente. La profecía es una exhortación a volver a la pureza del evangelio – una exhortación a una conversión permanente al evangelio.

 

             La pregunta del especialista en leyes: "Maestro, cuál es el mandamiento  más importante?" Jesús le dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo  tu corazón, con toda  tu alma y con todo  tu pensamiento". Un segundo mandamiento es semejante al primero: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,35-39). El doctor ya sabia muy bien cuál era el primero y el mayor mandamiento. Sin embargo, la novedad de Jesús es identificar el amor a Dios y el amor al prójimo. De esa forma, Jesús cambia el modo de comprender el contenido del amor de Dios. Para Jesús, el amor de Dios está en el amor al prójimo, mientras que, para el doctor, el amor a Dios está en todo el sistema religioso del judaísmo de aquel tiempo.

  Las largas páginas que el evangelio de Mateo dedica a las controversias con los jefes de los judíos se refieren todas al mismo asunto: el conflicto entre a Ley, tal como la entendían los fariseos de aquel tiempo, y el amor al prójimo. Jesús defiende la prioridad del amor al prójimo que es superior a cualquier prescripción de la Ley. (cf. Mt 5,17-48; 6,1-8; 7,15-20; 12; 15,1-20; 16,1-12; 21; 23).

  Jesús no vino para abolir la Ley, sino para llevarla a la perfección (Mt 5,17.20). ¿Pero, en qué consiste la perfección de la Ley? Basta releer a Mt 5,20-48 para constatar que la perfección de la Ley consiste en subordinarla al amor al prójimo. La perfección de la Ley consiste en su superación. Quien ama cumple la Ley porque va más allá de ella.

  El tercer evangelio destaca la cuestión de saber quién es el prójimo, o sea, cuál es el objeto del amor. El texto más contundente es, naturalmente, la parábola del Samaritano (cf. Lc 10,29-37). El objeto del amor es el hombre herido y abandonado a la vera del camino - despreciado por los representantes de la sociedad religiosa, el sacerdote y el levita. En el mismo sentido están los dichos de Jesús sobre los invitados al  banquete (cf. Lc 14,12-24), las tres parábolas de la misericordia (cf. 15,3-32), la parábola del rico y de Lázaro (cf. Lc 16,19-31) y el episodio de Zaqueo (cf. Lc 19,1-10).

  Gracias a los evangelios sabemos claramente qué es el amor de Dios vivido por Jesús y el amor de Dios a ser vivido por los discípulos: es el amor al pobre, al rechazado, al abandonado.

 

3. El AMOR A LOS POBRES

  El tema de la opción por los pobres, como núcleo central del cristianismo, fue desarrollado ampliamente en la teología latinoamericana21. No hay necesidad de repetir lo que ya fue escrito en centenas de libros. Todo lo que está escrito allí continúa válido, como también la doctrina explicitada sobre esa opción por la conferencia de Puebla (1979).

  El tema de los pobres fue eliminado del lenguaje eclesiástico desde el siglo XIV, cuando los Papas de Aviñón condenaron a  los Espirituales franciscanos que defendían el radicalismo en la aplicación del modelo ofrecido por San Francisco. La primacía de los pobres desaparece en una teología preocupada esencialmente en la lucha contra los cismas y las herejías - teología apologética que triunfó hasta el siglo XX. Durante siglos esa teología se olvidó del tema fundamental de Jesús. Solamente eso bastaría para explicar la razón de la esterilidad de toda la teología católica desde el siglo XIV. 

  Sin embargo, durante toda la historia del cristianismo nunca dejaron de existir testimonios de la opción por los pobres. No consiguieron liderar la opinión dominante, ni la política de las jerarquías, pero perseveraron como voces proféticas que mantuvieron la presencia del evangelio a través de los siglos 22.

  Entre los testimonios de los Santos Padres, algunos todavía llaman a atención por el vigor de su exhortación. Está, por ejemplo, el discurso de San Gregorio Nacianceno sobre el amor a los pobres. Fue un discurso pronunciado delante de la Corte imperial por el patriarca de Constantinopla. La descripción de la pobreza de su tiempo es espantosa y vehemente la proclamación de la primacía de los pobres: "Pues bien, si conforme a Pablo y al mismo Cristo, debemos considerar la caridad el primer y el mayor de los mandamientos, síntesis de la Ley y de los profetas, encuentro que la parte principal de la caridad es el amor a los pobres, la misericordia compasiva para con  nuestros semejantes. No hay culto mejor que se pueda rendir a Dios, pues él tiene predilección por la misericordia y por la verdad, prefiere la misericordia al juicio... 

 

 

Así, debemos abrir el corazón a todos los pobres, a todos los que padecen calamidades, sea por lo que fuera, (....) por orfandad, destierro, crueldad ajena, temeridad de los señores, inclemencia de los patrones, ferocidad de los bandidos, insaciabilidad de los ladrones, confiscación o naufragio...

  ¿Piensas que la humanidad para con el prójimo no sea obligación, sino cosa facultativa? ¿Que no sea ley, sino apenas exhortación? ¡Bien que lo desearía yo mismo y bien que así lo pensaría! Pero me atemoriza el acordarme de la mano izquierda y los dos cabritos, de las imprecaciones que lanzará el Soberano Juez. Imprecación no porque se haya robado o cometido sacrilegios y adulterios, no porque se haya hecho algo  prohibido. Nada de eso atrae la  condenación, pero sí el no  tener cuidado del mismo Cristo  en la persona de los pobres"23.

 

21) Entre las obras emblemáticas, cf. Jorge Pixley y Clodovis Boff, Opcáo pelos pobres. Petrópolis: Vozes, 1986; I. Ellacuría, Escritos teológicos. UCA, San Salvador, 2000, pp. 133-192; Jon Sobrino, El  princ/p/o-mísericord/a. Santander: Sal Terrae, 1992.

22) Cf. José Ignacio González Faus, Vicarios de Cristo. Madrid: Trotta, 1991 (traducido al portugués por la Paulus. Las citas son hechas aquí siguiendo la edicáo original).

23) Citado por Cirilo Folch Gomes, Antología dos Santos Padres, 3' ed., Sao Paulo: Edicciones Paulinas, 1985, pp. 258,263.

 

  Otro patriarca de Constantinopla, San Juan Crisóstomo,  hablando también para la Corte imperial y en poco tiempo desterrado por el Emperador, se atrevía a explicitar claramente ese mensaje de Jesús sobre los pobres: "Ustedes me dicen: 'Otra vez usted está intrigando contra los ricos?'  Pero yo les digo: 'Y ustedes están otra vez contra los pobres?' (...) Si ustedes no se cansan de devorar y de engullir a los pobres, yo no me canso de arrojarles su crimen en la cara..."24.

  "Díganme ustedes, por favor: ¿de dónde proceden  sus riquezas? ¿De quién las han recibido? Dirán: 'De mis abuelos por medio de mis padres'. Muy bien: ¿ustedes son capaces de irse remontando así por la familia y mostrar que poseen justamente lo que tienen? No son capaces. El comienzo y la raíz de la riqueza es siempre forzosamente la injusticia"25.

  Uno de los testimonios más famosos de esa tradición fue el sermón de Bossuet - obispo de Meaux (Francia) - sobre "La eminente dignidad de los pobres en la Iglesia" - predicado el domingo de septuagésima de 1659. Los especialistas aseguran que fue grande la influencia de San Vicente de Paul en la inspiración de ese sermón.

  He aquí algunos pasajes de ese sermón: "En su fundación, la Iglesia de Jesucristo era una asamblea de pobres... Jesús no tiene necesidad de ricos en  su Iglesia. Ya que el lujo de ellos no tiene nada en común con la profunda humillación de Dios aniquilado hasta la cruz, da para entender que el no busca a los ricos por sí mismos. ¿Para que servirían en  su Reino? ¿Para construir templos soberbios, o para adornar  sus altares con oro o piedras preciosas? No van a creer que Dios gusta de esos adornos".

  "Cargad los fardos los unos de los otros... para que haya igualdad" (Gl 6,2; 2 Cor 8,14).¡Qué injusticia, hermanos, que los pobres carguen toda la carga y que todo el peso de las miserias caiga sobre sus hombros! Si se quejan y murmuran contra la Providencia - permíteme que lo diga, Señor - es con una cierta apariencia de justicia... Pues, en esa extraña desigualdad, ¿cómo podríamos justificar a la Providencia de administrar mal los tesoros que Dios pone entre iguales, si no hubiese acudido por otros medios a socorrer la necesidad de los pobres, y no hubiese establecido cierta igualdad entre los hombres? 

Pues bien, cristianos, para eso fundó a su Iglesia, en la cual recibe a los ricos, pero con la condición de que sean servidores de los pobres..."26.

  Que el amor al prójimo - o simplemente que el amor - tenga por objeto propio a los pobres no fue suficientemente destacado por la teología, por el catecismo, por la predicación habitual de la Iglesia, desde el siglo XIV.  Esto fue compensado por la reflexión de filósofos de siglo XX - principalmente de los judíos. Los judíos vinieron  a recordar a los cristianos el tesoro de los orígenes - y que ellos habían perdido.

  Un mérito especial cabe a Emmanuel Lévinas. Judío de origen lituano - por haber nacido en Kaunas, capital de Lituania -, emigrado, vivió y enseñó sobre todo en Francia. Recibió la influencia de filósofos judíos del siglo XX, tales como Martin Buber o Rosenzweig, pero llevó la reflexión más adelante, con mucha originalidad – inspirado sin embargo en las mejores fuentes del judaísmo tradicional.

  El tema que nos interesa es el tema del "otro". El otro es diferente de mí y esa diferencia es justamente lo que me provoca y me cuestiona. El otro no es parte de mi mundo, pero penetra en mi mundo sin ser invitado, y por eso provoca perturbación. Quien ya está en  mi mundo, ya no es otro.

  Conforme al pensamiento bíblico, el otro es el pobre, el huérfano, la viuda y el extranjero. Lo que es común a esas cuatro figuras es que no sólo  no tienen nada - no tienen posición reconocida en la sociedad. Por eso son diferentes y me cuestionan a mí que soy alguien, tengo alguna cosa, tengo posición social27.

  El otro viene de la parte de afuera y hace irrupción. Entra sin ser invitado. No es esperado. No es bienvenido. Viene y se presenta como huésped, porque impone  su presencia. Está al frente de mí corporalmente, ocupa un espacio y un tiempo y no puedo negárselo. Por lo menos durante un instante  penetra en  mi mundo. Lévinas valoriza mucho el mirar del otro. El otro es alguien que me mira, con un mirar que es interrogante, que denuncia, acusa, pide, suplica, juzga. Ese mirar es justamente lo que es el pobre. El pobre no tiene ningún poder, a no ser el poder de mirar y ese mirar cuestiona y desequilibra. El pobre pone en desequilibrio mi mundo ya precario.

  Esa descripción del pobre es especialmente sugestiva para  nuestro tiempo. Pues estamos asistiendo, desde la entrada de la nueva economía, al final de los años 70 del siglo pasado, al surgimiento de una nueva clase de pobres. En el comienzo de este siglo el desafío de la pobreza volvió a ser de una clamorosa urgencia. Pues la economía mundial es una fábrica de pobres y los dueños de la economía no quieren y no van a querer cambiar.

  La teología de la liberación estuvo muy inspirada por la realidad de la pobreza, que correspondía a la industrialización. La industria ocupó cada vez más obreros hasta los años 70 del siglo XX. Desde entonces, el número de obreros disminuyó de modo irreversible debido al progreso técnico, que hace que las máquinas dejen fuera cada vez más a los trabajadores.

 

24) Citado por José Ignacio González Faus, Vicarios de Cristo, p. 31.

25) Citado por José Ignacio González Faz, o. c. p. 32

26) Citado por José Ignacio González Faus, o. c. p. 247-249.

27) Cf. Luiz Carlos Susin, O homem messiánico.  Una introducáo ao pensamento de Emmanuel Lévinas, Vozes, Petrópolis, 1984, pp. 199-207.

 

 

 

 

 

 

  Hasta aquellos años 70, en la época en que nacía la teología latinoamericana, el concepto de pobre estaba muy influenciado por la teoría de la dependencia - que no coincide con el marxismo, aunque presente, a veces, ciertas semejanzas. La teoría de la dependencia se basaba en la división del mundo en dos partes: una rica y otra pobre. El mundo rico enriquece gracias a la explotación de los países pobres. Los pobres son, de cierto modo, los miembros de los países pobres. Sin embargo, dentro de cada país del - también recientemente llamado - tercer mundo, el mundo de los ricos cuenta con la mediación de una burguesía local. Son élites sociales - muchas veces élites aún tradicionales -, dueñas de los bienes de producción que posibilitan y prolongan la explotación de los trabajadores. En ese contexto, el pobre es el trabajador. Este es explotado por el patrón –  ya sea  el propietario de la tierra o el dueño de la fábrica. Además, ese trabajador es superexplotado porque es explotado una vez por el dueño del capital y éste, a su vez, es explotado por el capital mundial que está en  manos de los países - también recientemente llamados - del primer mundo.

  En el transcurso del siglo XX, los pobres del campo, explotados por el latifundio, emigraron a  las ciudades y se volvieron obreros de la industria. Salían de la pobreza del campo para caer en la pobreza de la industria - continuando en ser explotados. Esa era la idea que prevalecía en los años 60 y 70.

  Sin embargo, desde los años 70 del siglo pasado, en el primer mundo, y desde los años 80, en el tercer mundo, se produjo  una enorme evolución técnica. La industria y, después, los servicios exigen cada vez menos trabajadores porque las máquinas pueden sustituir la mayor parte del trabajo manual – e incluso intelectual. Comienza a surgir el desempleo permanente o estructural. En las ciudades, en lugar de abrir vacantes, las fábricas despiden trabajadores. Las multitudes que continúan viniendo del campo ya no encuentran más empleo, cayendo en una situación de grande precariedad.

  En los últimos años nació una nueva economía que, para funcionar, necesita  pocos trabajadores - de alta calificación. La abrumadora mayoría, que no tiene esa calificación, se vuelve no solamente desempleada,  sino "inempleable". Son personas que nunca conseguirán trabajar, porque no tienen – ni tendrán - la calificación exigida para entrar en la nueva economía. Esas personas forman el inmenso grupo de los excluidos. Son los excluidos de la sociedad dominante,  pero siguen  existiendo. Van constituyendo un mundo paralelo - semejante al mundo de los indígenas. No participan en las actividades y en la cultura de la sociedad dominante - pero no están aislados. Viven en barros pobres, favelas, villas miseria y en comunidades rurales que tienen  sus actividades propias. Están en una red de relaciones sociales propias.

  Los excluidos no están sin contactos con la sociedad dominante: lavan la ropa, son guardias-nocturnos, cuidan los autos en los estacionamientos, lavan los vidrios de los automóviles, venden  flores, dulces o maníes en las calles... Incluidos y excluidos se encuentran de vez en cuando, pero siempre en contactos superficiales y desiguales. Como señal, los privilegiados tratan de evitar cada vez más hasta esos contactos superficiales - porque les recuerdan la existencia del mundo de los excluidos.

  Sin embargo, el mundo de los excluidos "participa" del mundo privilegiado por medio de la televisión. Ésta transmite la cultura de los incluidos. Mientras los incluidos reconocen en la televisión  su propio mundo, los excluidos entran, por medio de ella, en un mundo de fantasía - un mundo imaginario. La seducción de ese mundo imaginario sirve para olvidar  su propio mundo, huir por medio de la imaginación de la miseria de la vida de cada día. 

  

 

            Desde los años 80 del siglo pasado, la distancia entre esos dos mundos viene aumentando. La desigualdad económica aumenta y la diversidad cultural también. Los incluidos educan a sus hijos en escuelas que los preparan para tener un papel activo en la sociedad, y los excluidos educan a sus hijos en escuelas que los preparan para ser excluidos - como son sus padres o hasta más  que ellos.

  Este es el hecho de la nueva pobreza que hasta ahora las autoridades y los partidos políticos se niegan a considerar con seriedad, y, por eso, la mayor parte de la juventud se debilita y no tiene otra salida en la vida a no ser las drogas o la criminalidad - única alternativa que la sociedad dominante le ofrece.

 

4. EL AMOR A LOS POBRES HOY

  Para salir de las puras generalidades y de las buenas intenciones es preciso, en primer lugar, reconocer la situación y preparar un cambio radical en esta sociedad que los privilegiados defienden con uñas y dientes, con un egoísmo feroz. Se niegan a ver lo que está sucediendo desde los años 80 del siglo pasado. Durante años aún era posible pensar que se trataba de una etapa difícil, pero transitoria, y que luego se volvería a la normalidad. Ahora está claro que los cambios en relación a la nueva pobreza no se harán tan pronto.

  Fueron necesarios 150 años para responder, aunque muy parcialmente, al drama de la pobreza de los trabajadores. ¿Cuántos siglos serán necesarios para dar una respuesta al desafío de la pobreza de los excluidos? Los políticos dicen que el crecimiento económico va a resolverlo. Pero, aún suponiendo que el crecimiento económico llegue, éste no resolverá la cuestión de los excluidos, pues éstos van siendo producidos exactamente por esa forma de crecimiento. El crecimiento económico no consigue dar empleo a los actuales excluidos - ni contar a los del futuro. Es necesario hacer una transformación radical en la sociedad para introducir en ella a los excluidos. Si no fuera así, sucederá con los pobres lo que sucede con las reservas de indios. ¡Los millones de pobres serán atracción turística: los ricos del mundo irán a contemplar una raza infra-humana, como si estuviese constituida de chimpancés un poco más evolucionados! Además, ya hay todo un sector  moviéndose en ese sentido: personas que vienen a estudiar la situación, pero que no traen solución alguna para resolver el problema.

  Evaluando lo que pasó con la Teología de los años 60 a 80 del siglo XX, debemos reconocer que entonces  se hablaba poco del amor a los pobres - a no ser en la forma de opción por ellos, que seria una opción institucional de la Iglesia toda. El asunto principal era la acción de los propios pobres como sujetos históricos de  su liberación. Los pobres practicaban el amor luchando por la liberación de sus hermanos y por la liberación de los dominadores – liberándolos de su propia dominación, de su pecado de dominación. Los pobres eran el sujeto histórico.

  El concepto de sujeto histórico viene de la modernidad y se aplicó primero a la burguesía, que sería la gran promotora de la liberación humana – a través de la ciencia y de la industria, bases de una sociedad democrática de ciudadanos libres, iguales y fraternos.

  Los movimientos socialistas desenmascararon a la burguesía que creó una nueva sociedad de dominación, y lanzaron al proletariado como el nuevo sujeto histórico. En América Latina la categoría de proletariado se amplió, dentro de la teoría de la dependencia, para incluir a todos los dominados. Los sujetos históricos eran los pobres, explotados al mismo tiempo por los países del primer mundo y por las élites locales en un doble colonialismo, externo e interno. Se llamó, entonces, a los cristianos para que se uniesen la praxis de liberación de los oprimidos - los nuevos sujetos históricos.

 

            En los años 90, los teólogos y las Iglesias comenzaron a percibir que ese sujeto histórico había desaparecido28. El propio concepto de historia quedó sacudido. Autores, como E. Fukuyama, explicitaban el pensamiento de las élites del primer mundo de que la historia había llegado al fin; en adelante el mundo estaría entrando en una fase definitiva de calma y tranquilidad. Era la proclamación triunfalista de las élites, pero no se sabia cómo responder y dónde encontrar un nuevo sujeto histórico. Entonces, ¿dónde estaría la praxis de amor por la liberación de los pobres?

  De hecho, ¿cuál es la práctica de los pobres en la actualidad? Está claro que los pobres luchan para sobrevivir y, para eso, deben luchar con mucho coraje – frecuentemente en los límites de la desesperación. Pero los pobres no disponen de medios para entrar y participar de la sociedad  dominante formalmente organizada. La democracia no les provee de ninguna posibilidad de acción, y el acceso a la nueva economía no les está permitido. Las naciones son dirigidas por las burguesías dominantes. ¿Qué hacen los pobres? Procuran recoger las migajas para ordenar y mejorar el mundo paralelo en que viven, como excluidos y refugiados. Las periferias de las ciudades  se transforman en campos de refugiados. Ellos trabajan mucho para poder acomodar  sus precarias viviendas y para conseguir alimento. Pero saben que nunca, ni ellos ni  sus hijos, podrán pasar para el otro mundo (de la sociedad dominante). Ellos construyen para sí una sociedad y un mundo paralelo, usando las migajas que los ricos les dejan para mejorar  su modo de vivir.

  Los pobres tienen  su vida cultural, hecha de lo que hay de peor en la cultura dominante, y a veces de algunos restos de antigua cultura popular. Adoptan las drogas, organizan fiestas - que son, muchas veces, dirigidas por las cervecerías en conjunto con las alcaldías. Acogen los beneficios, las limosnas, las donaciones hechas por las autoridades o por las organizaciones no-gubernamentales. Procuran "proyectos", todos parciales, especies de miniaturas que traen algún alivio. Aprenden el arte de mendigar junto a las entidades de beneficencia. Es una praxis que no va lejos, y tiende a separarlos más aún del mundo privilegiado, volviéndolos cada vez menos aptos para salir de la situación en que se encuentran. Pero esa es la forma de practicar el amor y, dentro de ese cuadro, pueden practicar un amor heroico de fraternidad – sobre todo las mujeres que se encargan, en última instancia, de la sobrevivencia cuando todos los horizontes están cerrados y cuando los hombres cedieron a los vicios.

 Aquí nace el problema para los que están en el mundo privilegiado – y para la Iglesia católica, casi totalmente entregada al mundo dominante. ¿Qué hacer? ¿Qué significa el amor a los pobres o la opción por los pobres?

  He aquí un dilema. Una primera opción es la inculturación. Ya que los pobres están en una subcultura propia, no debemos sacarlos de su cultura, sino ayudarlos a mejorar la vida en  su cultura. Hay diversas maneras de ayudar para que, permaneciendo en la misma cultura, los pobres puedan mejorar  sus condiciones de vida. Para eso están, por ejemplo, todas las formas de economía paralela, artesanías, servicios de salud y educación alternativos, recuperación de drogados, ex-presidiarios, deficientes, alcohólicos, alfabetización de adultos etc. Todo eso permanece en el ámbito de la cultura popular 

y ayuda a vivir mejor. Pero también sirve para consolidar la sociedad y la economía paralelas. No traspasa las barreras sociales o culturales entre los dos mundos.

  Esa opción puede ser defendida con dos argumentos fuertes: primero, existe el respeto por la cultura de los pobres. No se les pide que salgan de su cultura. No se les exige el inmenso esfuerzo de cortar  sus raíces  para entrar en otra sociedad,  poco acogedora, y en la cual estarían como extranjeros. Serian emigrantes cortados de  sus raíces. 

 

 

28) Hay una inmensa literatura contemporánea sobre el sujeto histórico. Ver una síntesis en Jung Mo Sung,  Sujeito e sociedades complexas, Petrópolis: Vozes, 2002

 

            En segundo lugar, se puede invocar el argumento de que no hay alternativa porque no se puede cambiar la estructura social actual que  la sociedad dominante quiere mantener. Todos los medios de comunicación repiten sin cesar que no hay alternativa. Las autoridades políticas están totalmente sumisas y hacen la voluntad de la clase dominante. Sin reforma social no tendría sentido querer promover a los pobres y buscar un acceso a la sociedad dominante. Por consiguiente, la única salida consiste en mejorar ese mundo paralelo en el que viven. 

 

La otra opción consistiría en ayudar  a los excluidos a forzar la entrada en el mundo global, en la sociedad dominante de su país, para ser incluidos. Y aunque todas las apariencias convergen para mostrar que eso es imposible, se pueden invocar algunos ejemplos históricos favorables. Se puede mostrar que, a  lo largo de un siglo de luchas, las mujeres consiguieron entrar en el mundo de los hombres y ocupar cada vez más lugares destacados en esa sociedad. Si las mujeres lo consiguieron, ¿porqué los pobres y los excluidos de hoy no lo conseguirían? Seria necesario estudiar la manera cómo ellas hicieron. En los Estados Unidos una buena parte de los negros consiguió entrar en la clase media, sin embargo la mayoría de ellos aún está viviendo en una subcultura. Pero mientras, gracias a las luchas de medio siglo, ya consiguieron algo.

  Para los pobres, ese camino significaría abandonar su subcultura - que también tiene sus beneficios, tales como el sistema de relaciones sociales y un ambiente más festivo, aunque humilde. En el mundo desarrollado no todo es ganancia. Bien sabemos que hay más felicidad entre los excluidos  que entre los ricos, y más alegría en los países pobres que en los países ricos. Tomar la opción de entrar en el mundo global seria abandonar esa cultura. Sin embargo, esa es una subcultura hecha en buena parte con la basura material y cultural de los ricos. No sería tan exigente salir de esa basura. Es probable que para los adultos costaría más porque exigiría más esfuerzos. Sobre todo los hombres de la subcultura se acostumbraron a trabajos episódicos con largos tiempos de ociosidad - como ejemplo de esto se pueden recordar a los cuidadores de autos en los estacionamientos. Hacer una reciclaje completo, para poder prestar un servicio más especializado, exigiría un esfuerzo que no está al alcance de todos los adultos.

  Si se elige la conquista de la sociedad dominante, será preciso concentrar todos los esfuerzos en los jóvenes. La clave sería la educación. Se trataría de cambiar radicalmente el enfoque de la educación, poniendo al servicio de los niños pobres los mejores profesores y métodos, así como las mejores formas de ayuda pedagógica – ya  que los pobres se encuentran en las peores condiciones para estudiar. Implicaría un cambio de mentalidad de todo el cuerpo docente, haciendo de la educación popular una carrera atractiva para los mejores profesores. Implicaría igualmente un cambio de mentalidad de los jóvenes. La consecuencia de eso sería la creación de un abismo entre los jóvenes y  sus padres. Sin embargo, no sería tan grave, ya que, aún en su subcultura, los padres pueden dar poco a sus hijos. Además, la fosa entre las generaciones viene siendo cada vez más profundizada por la televisión.

  ¿Esta alternativa solamente sería posible si hubiese un plan nacional o internacional de cambio de la sociedad? ¿No se podría iniciar un proceso semejante localmente para acelerar ese cambio?

  He aquí el dilema. ¿De qué manera los cristianos pueden ayudar a la liberación de los pobres: dentro de su cultura o sacándolos de ella? ¿Cómo entender hoy la opción por los pobres?

  De cualquier manera es necesario sacar conclusiones de las observaciones hechas en los años 60 y 70 del siglo pasado - cuya desaparición solamente sería reconocida en los años 90. Hubo dos hechos que se constituyeron  en emblemáticos.

  En primer lugar, en su conjunto, los pueblos no lucharon por su liberación - y no fueron aquellos sujetos que se esperaba. Ciudadanos conscientes y comprometidos fueron siempre minorías, preparadas y apoyadas por pequeñas élites - por ejemplo, las comunidades de base (salvo las indígenas) no consiguieron mantenerse una vez perdido el apoyo del clero. El sujeto se volvió frágil porque la minoría no consiguió unir a la mayoría.

  La historia muestra que los pueblos latino-americanos se rebelaron y entraron en un movimiento revolucionario cuando sintieron atacada su religión - como sucedió entre 1926 y 1929 con los Cristeros en  México, en que solamente la obediencia al Papa consiguió que depusieran las armas. Los pueblos indígenas también, una vez despertados, permanecerán unidos en la lucha. Los otros preferirán doblar la cabeza y aguantar, abandonando la propia tierra, como hicieron millones de campesinos en el siglo XX - que no se defendieron y emigraron a las ciudades. Hicieron eso porque sintieron que no tenían la fuerza necesaria, ni motivación suficiente para asumir mayores riesgos.

  Un liderazgo fuerte consigue unir en parte. La Unidad Popular, por ejemplo, consiguió unir campesinos y obreros hasta cierto punto, pero no al punto de resistir al golpe militar. No había liderazgos suficientemente reconocidos para unir campesinos y obreros en una lucha para la liberación. No había motivación suficiente como la religión o la tierra para los indígenas. Allende, que podría haber hecho ese camino, no consiguió siquiera hacer lo que Hugo Chávez hizo en Venezuela, que movilizó a millones de personas contra las élites de su país - aunque la suerte definitiva de la tentativa de Chávez no sea muy promisoria.

  Si hubiese un liderazgo fuerte y el sentimiento de que el éxito sería posible, habría un sujeto popular. Si el MST, en lugar de ser combatido por el gobierno, hubiese recibido apoyo, podría haber sido capaz de movilizar a las masas rurales y conseguir la reforma agraria. Pero el gobierno no quiere la reforma agraria, porque no quiere enfrentar a los latifundistas, sabiendo que éstos cuentan con el apoyo de las élites brasileñas y de los gobiernos más poderosos de la tierra. Resta lamentar una oportunidad perdida.

  La primera lección es que el miedo predomina hasta que el pueblo se siente apoyado por un movimiento fuerte y conducido por un liderazgo fuerte al servicio de una motivación fuerte. La Iglesia no fue capaz de proporcionar ese movimiento, ni ese liderazgo, porque solamente una minoría estaba comprometida con los cambios y no fue posible convencer al pueblo de que  su religión estaba amenazada. Por el contrario, muchos sentían que la religión estaba más amenazada por los revolucionarios que por los conservadores. Faltó la motivación religiosa porque el conjunto de los simbolismos religiosos de la Iglesia iban en el sentido contrario - refugiándose en la piedad y en la resignación a la miseria. La institución no tenía voluntad ni capacidad de comprometerse en una acción de liberación social. Muchos, ya en aquel tiempo, habían advertido que si la Iglesia no se comprometía efectivamente - no solamente con discursos y proclamaciones -, ninguna transformación seria posible, porque el pueblo no se movería. Los pueblos, salvo raras excepciones, no constituyen sujetos históricos por sí mismos. Les falta la capacidad de ser sujetos.

  Hay un segundo hecho que quedó claro: los liderazgos, que se autoproclamam liderazgos, no lo son necesariamente a la hora de las decisiones. La experiencia mostró la existencia de algunas debilidades de los liderazgos - que pueden fallar en momentos decisivos.

  La experiencia mostró dos tipos de fallas. La primera es la falta de comunicación con las masas populares. En general, los liderazgos son  de estudiantes, intelectuales y profesionales - a veces profesionales de partidos o movimientos políticos. Ellos no solamente tienen poco contacto con las masas, y como  no pertenecen a la misma cultura, no saben comunicar, convencer  ni crear relaciones de confianza, porque no consiguen entrar en la intimidad de las relaciones populares - y muchas veces ni siquiera les importa. Esto fue lo que Fernando Cardenal denunció en su carta de reflexión sobre los fracasos de la reforma agraria en  Nicaragua. Pero la misma cosa es visible en la relación entre los líderes del PT y las masas populares en  Brasil. No hay comunicación auténtica porque los líderes son líderes de palabras, pero no de seres humanos, hombres y mujeres del mundo popular.

  La segunda falla quedó patente, en el caso de Nicaragua, cuando, después de la derrota en  la tentativa de reelección, varios líderes sandinistas se atribuyeron situaciones privilegiadas con recursos públicos - mostrando que no estaban preocupados solamente por gobernar bien. Eso provocó una ruptura dentro del movimiento, que quedó bastante desacreditado. Muchos abrieron los ojos con consternación, descubriendo que  sus líderes no eran tan desprendidos de intereses personales como decían ser. Pero también en  Brasil hay militantes y electores que se sienten desconcertados ante el comportamiento de ciertos nuevos gobernantes que se apuraron en recibir lucrativos nombramientos. Parece que hay liderazgos que piensan que basta presentarse como líder popular para ser honesto, puro, desinteresado y dedicado al bien del pueblo. Se tiene la impresión de que están más interesados en el bien particular que en el del pueblo. Querían garantizar su puesto y, después de conseguirlo, se olvidaron de las promesas hechas al pueblo - exactamente como hacen los políticos de los partidos tradicionales, tantas veces denunciados por la oposición del pasado.

  Los liderazgos daban mucha más importancia y relevancia a un proceso objetivo descrito por la ciencia social  que a la participación en la vida popular y las relaciones interpersonales. El ser humano no fue considerado, como si no tuviese fuerza histórica y como si fuese simplemente un elemento dentro de una fuerza colectiva. Pero el problema es mucho más complejo.

  Lo que de hecho cayó fue la concepción de la historia como si estuviese movida por factores impersonales, relaciones económicas y sociales, en las que las personas no tenían importancia. Las fuerzas sociales son movidas por personas y no funcionan por sí mismas de modo espontáneo. Lo que debemos examinar en esta nueva fase de la historia es la relación compleja que existe entre personas y fuerzas colectivas, pues éstas no obran sin la acción de las  personas. Esto nos remite a la cuestión del amor. El problema social no es un problema técnico o de fuerzas colectivas, sino de amor. Es eso lo que debemos considerar ahora. ¿Qué significa amor en el contexto actual?

 

5. EL MIRAR

  El pobre siempre fue el otro. Hoy parece que es todavía más "otro" - más extraño que en los siglos anteriores. La presente división social hace del pobre un ser todavía más  distante. Queda excluido también geográficamente - para comprobar su rechazo, basta ver el lugar donde  vive. El excluido es el otro perfecto. Fue eliminado de la vista. Todo fue orquestado para que  no pueda siquiera mirar a los que cuentan en la sociedad. Por eso el amor al pobre comienza por un movimiento en su dirección.   Puede suceder que la conversión se dé de modo imprevisto, motivada por el mirar de algún pobre que consiguió horadar la barrera de protección existente. 

 

 

Para llegar a  la conversión, y que alguno se deje alcanzar por el mirar del pobre, es necesario que uno dé el primer paso de ir al encuentro de ese pobre. Sin ese paso no habrá liberación. No se articula la liberación en un escritorio, delante de una computadora. Para iniciar ese proceso hay necesidad de contacto personal.

  Muchos tienen miedo de pasar la frontera que separa los dos mundos. No se atreven a ir al encuentro del pobre. Hablan de los pobres, pero no los conocen. Oyen hablar pero no tienen la experiencia directa. Nunca sentirán el mirar de los pobres sobre ellos porque huirán. El amor comienza en el momento de la percepción del mirar cuestionador que se dirige a nosotros. Acepta el desafío y va al encuentro. Descubre de hecho una cultura diferente - y no se conoce una cultura en poco tiempo. Sin una larga convivencia, no se establecen relaciones consistentes - y no se romperán las barreras culturales. Solamente se penetra en una cultura con mucha humildad y paciencia — más todavía si se trata de la subcultura de los pobres. El que va a visitar a los indios puede hacerlo por interés antropológico-etnográfico o, simplemente, curiosidad turística. El que se va embarrar a una favela tendrá que hacerlo con otra disposición: requiere solamente la sumisión a un mirar, una humilde e insegura aproximación. Necesita abandonar las pretensiones de la propia cultura, no hacer preguntas, sino responder a las preguntas que ellos hacen cuando ya están con menos miedo. No se puede imponer ninguna forma de ayuda - por ejemplo, imponer escuela o medicamentos a quien no quiere porque no está en  su cultura que les sea impuesto un comportamiento extraño a sus tradiciones. Los comportamientos de los pobres son diferentes a los comportamientos de los ricos.

  Para acceder al mundo de los pobres es necesario sentirse frágil, sin seguridad, sin pretensión, sin confiar en las informaciones que se presupone tener. Solamente aprende una cultura quien reconoce no conocerla.

  Los movimientos sociales solamente nacen y perseveran con mucha paciencia y espera. Sin relaciones de profunda confianza no se realiza el contacto - y no se llegará a que asuman un compromiso real. La diferencia cultural, que casi siempre permanece, no impide la comunicación si existe confianza recíproca y reconocimiento proveniente de la amistad. Sin esa amistad los pobres no escuchan los proyectos que se les ofrecen - así como no escuchaban, y menos todavía entendían lo que decían y querían los movimientos políticos de algún tiempo atrás. Y cuando no entienden, desconfían. No se entiende intelectualmente, pero sí por la simpatía que abre la mente y despierta el deseo de entender. Quien no desea entender, no entiende.

  Dicen, en  Chile, que el fundador del partido socialista — que se transformó en partido comunista, después de la Primera Guerra Mundial -, Luis Emilio Recabarren, tenía un violín. Todas las noches  se dirigía a las esquinas de las calles populares para tocar el violín y cantar canciones populares. Llegaban primero los niños, después los jóvenes y finalmente los adultos. Entonces él comenzaba a dar  su mensaje. No servía hablar antes de ser acogido en la comunidad.

  Hubo todo un movimiento de ir al  mundo de los pobres en la Iglesia en los años 60 y 70 del siglo pasado. Todavía hay comunidades religiosas insertas en medio de los pobres – como también algunos sacerdotes. Hoy, sin embargo, esa opción es mucho menor, y sin embargo la distancia entre el mundo de los pobres y el mundo de los ricos ha crecido. La nueva generación no se interesa tanto por esa inserción. No pasó por una conversión y no ve el mirar de los pobres. Prefiere dedicarse a los asuntos internos de la Iglesia y mantener  su dominio sobre una parte (bastante reducida) del pueblo, por medio de la religiosidad popular tradicional que sabe alimentar. Encuentra que puede salvarse practicando rigurosamente todos los ritos y las formalidades de la Iglesia, como los sacerdotes del templo de Jerusalén. También por eso, el pueblo de los pobres está más excluido que nunca.

  Si se quiere que los pobres se vuelvan sujetos, será preciso crear mucha confianza, porque para ellos se trata de una aventura muy arriesgada – necesitan tener osadía y también mucho amor. 

  El mirar del pobre es la expresión concreta, material, única en el momento presente, de un mirar más general. A través del mirar del pobre pasa el mirar de billones de pobres que hay en el mundo. Ese pobre no es un caso especial. Corresponder a su mirar permite descubrir el mirar de toda aquella parte de la humanidad que fue rechazada, excluida - y se pregunta por qué. Un día un joven seminarista me dijo: "¿Sabe como era  mi oración antes de llegar aquí? Todas las mañanas, al levantarme, yo decía: 'Mi Dios, mi Dios, ¿qué pecado cometí para haber nacido hijo de campesinos?'" Era la oración del excluido. Ese es el cuestionamiento que puede ser vislumbrado en los billones de miradas que se fijan sobre nosotros. Amar es sentir ese mirar colectivo en el mirar particular, pues, sin la percepción del mirar de determinada persona, el resto se vuelve abstracto. En el mirar de determinada persona excluida emerge el significado del mirar de todas las otras - porque la tragedia de ese mirar viene de todas las miradas que él revela.

 

6. LA COMPASIÓN

  Cuando es aceptado el mirar genera la compasión. Jesús vivió la compasión. La relación que  tenía para con  su pueblo era de compasión. Casi todos los encuentros personales de Jesús con gente de su pueblo fueron de compasión. Bien dice el evangelio de Mateo: "Jesús recorría todas las ciudades y poblados enseñando en las sinagogas y anunciando la buena-nueva del Reino, mientras curaba toda suerte de dolencias y enfermedades. Al ver a la multitud, tuvo compasión de ella porque estaba cansada y abatida como ovejas sin pastor" (Mt 9,35-36).

  Ese pasaje del evangelio de Mateo trae a la memoria el texto del beato (o beata) que escribió la Crónica del P. Ibiapina, el apóstol de la selva nordestina: "El había entrado en lo amargo de nuestra sociedad, había visto en todas  sus caras y en toda  su hediondez la miseria en la que se debaten las clases menos favorecidas de la fortuna; él había visto millares de huérfanos, arrastrando los andrajos de la miseria  tiritando de frío y de hambre. Todas esas huérfanas destinadas a la prostitución"29. A lo largo de la historia, la compasión de Jesús fue reproducida en millones de ocasiones, cada una adaptada a su tiempo.

  La compasión de Jesús no es triste. No se trata de quedar triste delante de los sufrimientos de los otros, sino de asumir tales sufrimientos como propios para superarlos, en la búsqueda de salidas - y no para llorar con los que lloran sin más. La compasión activa y la vida misionera de Ibiapina mostró con evidencia como era la compasión de Jesús.    

 

29) Cf. Crónicas das casas de carídade, Sao Paulo: Loyola, 1981, p. 40.

 

En todos los lugares recorridos, Ibiapina fundaba una casa para acoger a los sertanejos necesitados.

 

¿Porqué la compasión se realiza de esa manera en Jesús y en el cristianismo? ¿No habría otras formas de amor menos deprimentes? Hay, y Jesús participa de las alegrías de los pobres así como de  sus miserias. Y es que el mundo está hecho así. Está atravesado por una barrera que separa a los incluidos de los excluidos. No se puede amar prescindiendo de esa situación básica, porque ella está presente en todas las actividades. Nada puede ser hecho sin que haya interferencia en la relación entre pobres y ricos.

 

              La compasión de Jesús se dirige a la persona que sufre determinado mal. No se trata de una compasión genérica. Es una compasión que crea una relación personal, un compromiso o una complicidad. Al mismo tiempo, en esa compasión particularizada, Jesús actualiza y vive la compasión más general por  su pueblo. Jesús ve a su pueblo abandonado, sin recursos, sin rumbo, sin saber adónde va, sin pastor - como afirma. El vino para salvar a ese pueblo; para sacarlo de la miseria, de la pobreza y de la exclusión. Para él, las personas sufrientes que encuentra son las pruebas concretas, visibles, de la miseria de su pueblo. La visión colectiva no se separa de la visión individual. Las dos son necesarias.

  Jesús no vino para dar remedio y salud a cada enfermo en particular. El vino para curar la dolencia global de su pueblo, y para liberarlo. No vino para hacer un gran milagro, sino para convocar a todo  su pueblo a una conversión al Reino de Dios que está llegando.

  Jesús anuncia que los pobres tendrán el Reino, los hambrientos serán saciados, los que lloran, consolados... Su compasión es como  la fuerza que le da energía para emprender la gran marcha - que también es una gran lucha por la liberación de su pueblo de todas sus miserias. No considera la miseria como inevitable, sin remedio, a no ser por milagros individuales. El viene a traer la liberación de todos los males.

  Si falta esa compasión - esa participación corporal, inmediata, personalizada en los sufrimientos de los excluidos -, no se puede confiar demasiado en los compromisos de liberación. Es necesario sentir la compasión, no por los números, por las estadísticas, por los discursos, o por los estudios sociológicos sobre la miseria. Todo eso se vuelve vida cuando existe una incorporación en personas concretas.  Sin la compasión por personas bien determinadas, que crean un lazo y un compromiso personal, no podemos confiar mucho en la fidelidad a los compromisos de liberación.

  Faltó esa práctica en muchos religiosos, sacerdotes y laicos que se integraron en el mundo popular para seguir el camino de Jesús. Fue también la ausencia de esa vivencia, de esa participación directa en los sufrimientos del pueblo que hizo que tantos revolucionarios abandonasen la causa que habían asumido con entusiasmo en la juventud. Era el entusiasmo por una gran obra, pero que no tenía raíces en un amor verdadero al pueblo.

 

7. LA INDIGNACIÓN

  La compasión se vuelve indignación cuando se percibe que el mal existente es resultado del abuso de algunos seres humanos sobre los otros. El mal y el sufrimiento no vienen solamente del mundo material en que  nuestro cuerpo está inserto. Está el mal que viene de los hombres. Jesús vio que la causa de muchos males que sufría  su pueblo eran provocados por miembros y sobre todo por autoridades de ese mismo pueblo - que en lugar de conducir para la vida, conducían para el sufrimiento y la muerte. La compasión de Jesús se volvió indignación contra los jefes del pueblo que engañaban en lugar de enseñar la verdad. El amor al pueblo se expresa por la indignación.

  La indignación de Jesús surge al ver la explotación, la dominación y la humillación del pueblo por los sacerdotes - que era patente en el templo de Jerusalén. Estaba también la explotación hecha por los comerciantes, pero eran sobre todo los sacerdotes los que recibían gratuitamente a casi todos los animales domésticos ofrecidos por el pueblo. Se trataba de un enorme tributo con motivación pseudo religiosa.

 

 

 

             Los sacerdotes impusieron al pueblo los sacrificios. Pero Jesús denunció tales sacrificios, supuestamente ofrecidos a Dios. Los profetas ya habían condenado y denunciado los sacrificios: "Pues tú no quieres un sacrificio, y un holocausto no te agrada. Sacrificio a Dios es un espíritu contrito", dice el Salmista (Sal 50,6-14; 51,18-19). El profeta Amós estaba indignado con los sacrificios ofrecidos en el templo: "Detesto, desprecio vuestras peregrinaciones, no puedo soportar vuestras asambleas; cuando me ofrecéis holocaustos, en vuestras ofrendas no hay nada que me agrade; de vuestro sacrificio de animales cebados, aparto el rostro; aparto de mí el alarido de tus cánticos, el toque de tus arpas no puedo ni oírlo"(Am 5,21-24).

  La indignación de Jesús tiene también por objeto las imposiciones morales que hacen que el fardo que – sobre todo los doctores y fariseos - imponen sobre los hombros de los pobres sea pesado. Esos doctores y fariseos "atan fardos pesados y los ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos mismos ni con un dedo se disponen a moverlos" (Mt 23,4). El capítulo 23 de Mateo contiene una colección de expresiones de indignación de Jesús contra las prácticas de dominación de los jefes de la nación. Es una protesta vehemente. Es la indignación que procede del amor al pueblo. La indignación se vuelve todavía mayor cuando es provocada por los jefes religiosos, que tenían como misión enseñar las verdades y practicar la misericordia.

  Fue con esa indignación que, en el 4° domingo de Adviento de 1511, en nombre de toda la comunidad dominicana, el fraile dominicano Antonio Montesinos pronunció el famoso sermón en el que denunciaba los crímenes cometidos por los conquistadores y dueños de esclavos españoles. Fue un sermón pronunciado en la presencia de las principales autoridades del país, y terminaba con una sentencia de excomunión contra todos los que no liberasen  a sus esclavos. Los frailes fueron duramente castigados tanto por las autoridades civiles como por las autoridades religiosas. Fueron deportados a  España y encarcelados. Pagaron duramente por el resto de su vida el crimen de haber protestado contra el genocidio practicado en nombre del rey de España, esto es, en nombre del Papa que le había otorgado todas esas tierras con  sus habitantes.

  ¿Cómo no evocar la memoria de Bartolomé de Las Casas, conquistador convertido que se hizo dominico y misionero en el actual Sur de México y en la hoy llamada América Central? Las Casas fue hecho obispo de Chiapas, pero los propietarios lo expulsaron después de algunos meses y lo llevaron de vuelta a España. Incansablemente – en  América, en  presencia de la corte de España y en los libros que escribió -, condenó los crímenes cometidos por los conquistadores, proclamó la injusticia de la conquista y defendió la causa de los indígenas durante 50 años. Sólo consiguió que fuesen aprobados algunos decretos más favorables a los indios, pero que nunca fueron aplicados - y la matanza de los indios continuó durante siglos. Continuó porque fueron nombrados obispos de confianza de la corte, que no levantaron la voz, y ordenados sacerdotes que cerraron los ojos a lo que estaba sucediendo – en cuanto a los frailes fueron condenados a permanecer en sus conventos.

  Faltó el grito de la indignación y el amor a los indios durante siglos. Ese amor resucitó en la vida de dom Leónidas Proaño - obispo de Riobamba, en el Ecuador, de 1954 a 1985. Su vida entera, minuto por minuto, estuvo dedicada a los indios que formaban  el 80% de la población de la diócesis y eran cruelmente maltratados, robados, aplastados por las clases dirigentes de la región. Varios testimonios afirman que poco antes de morir, cuando ya estaba expresando los últimos pensamientos que lo perseguían,  él dijo: "Tengo una convicción: que la Iglesia es la única responsable por el peso que, por siglos, sufrieron los indios. ¡Qué dolor! Estoy quebrantado con ese peso secular". Esas fueron  sus últimas palabras, pronunciadas en el día 27 de agosto de 1988, a las 3h20 de la mañana30

De alguna manera, con esas palabras, él decía lo que había sido el motor de todo  su ministerio episcopal. Esa indignación fue el impulso que lo llevó a defender los derechos de los indígenas durante más de 30 años. En ningún momento de  su vida, esa obligación de hablar y obrar para defender a los indios lo abandonó. Era poco expresivo, muy reservado, más tímido que atrevido, pero siempre dispuesto a entrar inmediatamente en la discusión, a partir del momento en que un indio estuviese siendo maltratado.

  Cuando investigamos la causa por la que tantas veces las autoridades de la Iglesia se habían callado, dando cobertura al exterminio de los indios y la esclavitud de los negros, descubrimos que fue la falta de amor. Había cierta compasión de sentimientos y de palabras, pero solamente un gran amor hace que una persona levante la voz y se haga  defensor del otro humillado, oprimido, rechazado, enfrentando a la sociedad entera, con las autoridades todas - también  las religiosas.

  Jesús fue el defensor de su pueblo. Así lo muestran los evangelios sinópticos y el evangelio de Juan condensa en esa imagen del defensor toda  su actuación. El cuarto evangelio fue compuesto en un esquema de juicio. Desde el comienzo los jefes del pueblo, sacerdotes, doctores y fariseos se sienten atacados por Jesús y lo denuncian. Quieren condenarlo, persiguiéndolo hasta que, finalmente, consiguen una condena pronunciada por Pilatos. Durante todo el ministerio de Jesús  lo seguirán, lo provocarán, procurarán hacer que caiga en palabras , o en conductas pecaminosas. Lo consideraban un pecador y querían matarlo por ser pecador - porque no se sometía a su sistema religioso.

  "Ustedes procuran matarme porque les dije la verdad que oí de Dios... Pero ustedes hacen las obras de su padre... Ustedes tienen por padre al Diablo, y  quieren realizar los malos deseos de su padre. Desde el comienzo, es asesino de hombres;  no ha permanecido en la verdad porque en él no hay verdad. Cuando habla, de él brota la mentira,  porque es mentiroso y padre de toda mentira. Yo en cambio, les hablo la verdad y ustedes no me creen" (Jn 8, 37-44).

  Jesús es condenado porque dice la verdad. Se trata de la verdad sobre el verdadero Dios y la verdadera religión, que condena todo aquello que los jefes religiosos quieren imponer al pueblo. Jesús denuncia el sistema de mentiras que los jefes religiosos quieren imponer. Ese sistema no lleva  a la vida, sino  a la muerte. Quieren matar a Jesús porque sienten que la verdad los condena. Jesús da testimonio de sí mismo, pero ellos no lo aceptan y le preparan  la muerte.

  Jesús es acusado porque defiende al pueblo contra la mala administración de las autoridades. Defiende  su actuación porque es la verdad. El no engaña, como hacen aquellas autoridades, sino que dice la verdad al pueblo y por eso será condenado. Una vez que sepa la verdad, el pueblo no seguirá más esos falsos pastores.

  Jesús fue muerto y resucitó, pero no recomenzó  su vida  aquí. Envió a un segundo defensor, un segundo abogado para anunciar la verdad y para defender a los discípulos en el juicio que hacen contra ellos (cf. Jo 16,7-15). Ellos también serán condenados por causa de la verdad, esa verdad que los aparta de los falsos pastores.

  Como defensor, Jesús habla con indignación. Jesús está indignado porque esos falsos pastores engañan al pueblo y lo llevan a la muerte en lugar de la vida. En esa indignación está el gran amor de Jesús hacia el pueblo.

  La misma indignación se expresó en la voz de dom Oscar Romero, defensor de su pueblo masacrado. Vale la pena recordar las últimas palabras da su última homilía pronunciada el día 23 de marzo de 1980. 

 

30) Testimonio transmitido por A. Bravo (que fue el vicario general de Proaño}, El Soñador se fue, pero su Sueño Queda, Quito, 1998, p.401).

 

En estas palabras la indignación alcanzó su punto culminante - siendo también la causa inmediata de su muerte:

" Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del Ejército y, en concreto, a las Bases de la Guardia Nacional, de la Policía, y de los Cuarteles; son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos, y ante una orden de matar, que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: 'no matar'. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden  contra la ley de Dios. Una ley inmoral,  nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia  que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre.. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cesen la represión!"31

 

Gracias a Dios, a partir de los años 50, culminando en Medellín y Puebla, hubo en  América Latina una generación de Santos Padres que levantaron la voz, movidos por una indignación a la altura de los discípulos de Jesús, y  su voz fue multiplicada por millares de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. La Iglesia, gracias a ellos, no quedó callada. Hubo también autoridades de la Iglesia que hicieron que el amor fuese más fuerte  que la rutina burocrática - que volvió a  la Iglesia prisionera de si misma durante tantos siglos.

  ¿Cómo explicar que, con D. Vital y D. Macedo, la Iglesia haya levantado la voz con tanta fuerza contra la presencia de masones en algunas hermandades, y nadie levantó la voz para denunciar la esclavitud? ¿No era mucho más grave a los ojos de Dios la esclavitud de millones de negros que la presencia de algunos masones en algunas hermandades? ¿Dónde estaba la indignación? Se había perdido, muy lejos de la realidad. ¿Jesús habría dado más importancia a la presencia de algunos samaritanos, en el grupo que lo acompañaba,  o a la mentira diaria y constante de las autoridades del sistema religioso del templo? Es necesario saber escoger la propia indignación. ¿La indignación de D. Vital estaba inspirada por el amor al pueblo brasileño, o por el apego a la institución católica, la institución de las hermandades y al derecho canónico? ¿Dónde estaba el amor? No  cualquier indignación  procede del amor, sino aquella que defiende a los pobres, oprimidos, engañados, conducidos a la perdición.

  La indignación no se limita al sentimiento, a las palabras o a los gestos. Ella es activa y verdadera cuando asume la defensa de los oprimidos - no permaneciendo inerte, sin reacción. Sin embargo, la indignación fácilmente queda callada cuando aparecen las autoridades o la policía con sus amenazas. Muchos, que normalmente "hablaban fuerte", de repente quedan callados. La verdadera indignación, inspirada por el amor, defiende al débil. Enfrenta la opresión, denuncia y se opone por todos los medios de que dispone.

  Frente a cualquier problema, los ricos contratan buenos abogados que saben como "interpretar mejor" la ley y convencer a los jueces. Defender a un pobre es casi siempre predisponerse a perder la causa. Es muy raro que los pobres encuentren defensores.  Jesús toma la defensa de los pobres que los doctores condenan como pecadores. Defiende a la mujer adúltera, a los samaritanos tenidos como herejes, a la mujer pagana que se aproxima a él y lo toca y a los discípulos que recogen espigas en día de sábado porque tienen hambre. En cada caso hay una manifestación de condena global hecha al pueblo: para las élites el pueblo siempre es sospechoso de ser malhechor o mal intencionado. Jesús lo defiende de antemano y no condena a nadie. Rompe con la lógica del sistema dominante y  su indignación es consecuente.

  Jesús no quiere solamente defender derechos particulares, sino cambiar el sistema que lleva a la condena de tantas personas inocentes porque son pobres y débiles. La indignación tiene por objeto el sistema y procura defender al pueblo contra el sistema. El amor enfrenta no solamente los males individuales, sino también el conjunto del sistema.

  Por otro parte, no basta indignarse contra el sistema. Es también necesario entrar en los casos particulares, indignarse frente a determinada persona y asumir la defensa del oprimido real e concreto. De otro modo, la indignación puede fácilmente volverse retórica y sin efecto. Hay un proverbio que dice: "Quien no es socialista a los 20 años, muestra que no tiene corazón; quien todavía es socialista a los 40, muestra que no tiene cabeza". Así sucede muchas veces. En el comienzo de la vida, cuando todavía no aparecieron los problemas de la lucha para mantenerse, es fácil la indignación. Pero permanecer en la indignación exige un amor muy fuerte, que no procede de las ideas o de los sentimientos, sino de un compromiso con personas concretas. El proverbio enseña que el amor es una debilidad de la juventud y que para los adultos solamente vale el dinero. Esa es una expresión de sabiduría popular bien amarga.

 

8. HACER

  Lo que sorprende, en los evangelios, es la manera radical como Jesús opone el decir al hacer. Amar no es decir, sino hacer. Los sentimientos, gestos y señales simbólicas no se tienen en cuenta. Lo que vale son los actos prácticos, lo que produce resultado visible, lo que realmente beneficia al otro.

  "No todo aquel que me dice 'Señor, Señor' entrará en el Reino de los Cielos, sino aquel que practica la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7,21). La voluntad del Padre, nosotros la conocemos: es amar al prójimo con hechos y no con palabras. Decir "Señor, Señor" es lo que  hacemos sin cesar, en  nuestras oraciones y liturgias. Todo eso tendrá sentido si llevar a un obrar concreto.

 

31) Cf. James R. Brockman, Vida de Mons. Oscar A. Romero, UCA-CEP, San Salvador- Lima, 1985, p. 424.

 

  "Aquí están mi madre y  mis hermanos, porque aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano, hermana y madre " (Mt 12,49-50). El juicio final es más. claro todavía (cf. Mt 25,31-46). Como decía san Juan: "No amemos con palabras ni con la lengua, sino con obras y en la verdad" (I Jn 3,18).

Jesús testimonia haciendo. Los evangelios lo muestran siempre activo, yendo de un poblado a otro, ayudando, levantando los ánimos, despertando la esperanza, curando a los enfermos y consolando a los afligidos. Al final de cada día está cansado. Su trabajo es la realización concreta material del trabajo del Padre.

  "Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo" (Jn 5,17). "Las obras que el Padre me encargó de consumar, esas obras, yo las hago y ellas dan testimonio de que el Padre me envió" (Jn 5,36). "Mientras sea de día, tenemos que realizar las obras de aquel que me envió" (Jn 9,4). Esa vez la obra era la curación del ciego de nacimiento. "Cree en las obras", dice Jesús (Jn 10,38). Al final de su vida, Jesús dice: "Concluí la obra que me encargaste  realizar" (Jn 17,4). "Quien esté en mí hará las obras que yo hago" (Jn 14,12). Así, de la misma manera los discípulos deben hacer obras. La elección de esa palabra está llena de significado. Se trata siempre de hacer. Pues el ser humano es corporal y  su vida vale por las obras que realiza. Las obras se refieren siempre a lo concreto material, realizado en el mundo material, y no en el mundo de las ideas o de la imaginación.

 

           La mayor tentación de los cristianos no es el materialismo sino el espiritualismo. Es hacer del cristianismo un camino de vida espiritual distante del mundo material, con un programa de actividades internas, hechas de emoción, de sentimientos, de ideas,  puramente religiosas fuera de la red de las actividades diarias y fuera de las dinámicas del mundo - especie de programa de salida de este mundo material, para vivir en un mundo hecho de puro espíritu, lejos de la materia considerada como obstáculo, freno o tentación.

  Desde el comienzo, y durante los primeros siglos, el espiritualismo entró en la Iglesia. Le dieron el nombre de "gnosis", o sea, de "conocimiento"32. Ellos mismos, sin embargo, no se llamaban  gnósticos, sino elegidos. Fueron llamados gnósticos porque, para ellos, el cristianismo era un conocimiento: la vía del conocimiento de Dios por la salida progresiva de este mundo material y por la creciente separación del espíritu en relación al cuerpo que lo mantiene preso. Ese conocimiento se debía mucho a la influencia de movimientos filosóficos espiritualistas de aquel tiempo. Era una adaptación del cristianismo al modelo gnóstico que tenía buena aceptación sobre todo en  Egipto, pero también en  territorio del Imperio romano.

Para los gnósticos, la vida en la tierra es el resultado de una caída. El ser humano pertenecía a un mundo espiritual, pero cayó en virtud de diversos episodios. La vocación humana es liberarse de este mundo terrestre mediante el pensamiento y, por medio de actividades mentales, recuperar el conocimiento que perdió al caer en la carne. La corporeidad significa caída. Hay necesidad de liberar el espíritu del cuerpo. La vida cristiana seria una fuga de este mundo para volver al mundo de origen.

  La gnosis fue denunciada con fuerza por los defensores de la ortodoxia. Parecía más elevada, siendo más religiosa y más espiritual en sus expresiones. En realidad, era la negación del cristianismo que está fundamentado en la encarnación del Hijo de Dios. Jesús fue y es un hombre verdadero hecho de cuerpo y de espíritu, no yuxtapuestos sino formando un único conjunto viviente, y el espíritu no tiene vida autónoma independientemente del cuerpo. En el ser humano el espíritu es corporal. Fue lo que defendieron los testimonios del verdadero evangelio, como Clemente de Alejandría, Ireneo  y Epifanio.

  Con el correr de los siglos hubo varias intentos de espiritualismo de tipo gnóstico. En la Edad Media, en el  siglo XII, apareció el movimiento "cátaro", o sea, de los puros, viniendo de Oriente - que también defendía el rechazo del cuerpo y la emancipación del espíritu. Los cataros también defendían la negación de todo el sistema institucional de la Iglesia, condenándolo como dominio de la materia. Por ese motivo el catarismo (llamado también movimiento de los albigenses) fue muy popular, pues era una manera de liberarse del poder económico de la Iglesia romana y de las Iglesias locales. Pastores muy simples supieron convencer a las masas populares, pero también a personas de la nobleza, conquistando casi todo el Sur de Francia y el Norte de Italia. La reacción de la Iglesia fue violenta. El Papa - en compañía con algunos barones del Norte de Francia - constituyó una cruzada contra tales herejes aplastando, matando, exterminando y robando todos sus bienes. La represión de los albigenses todavía está en la memoria de los habitantes de ciertas regiones del Sur de Francia - aún después de más de 800 años.

    Con el Renacimiento reaparecerán varias sectas de tipo gnóstico, aprovechándose del retorno a los documentos de la antigüedad, especialmente de las filosofías próximas al gnosticismo como el neoplatonismo. Durante toda la Edad Moderna, dominada por el racionalismo, prosperaron también las sectas esotéricas proclamando un mensaje semejante al del gnosticismo. En la época actual asistimos al renacimiento de sectas gnósticas, que predican también una vida humana fuera de este mundo, hecho de almas puras, libres de la servidumbre de la materia, regocijándose de la contemplación del verdadero conocimiento. 

 

32) Cf. Nag Hammadi, O Evange/ho de Tomé. Sao Paulo: Paulus, 1990. 

 

            En 1945 fueron descubiertos, en el Alto Egipto, manuscritos antiguos de los siglos II al IV que constituyen una colección de textos gnósticos, o sea, emanados de los grupos que hicieron del cristianismo una gnosis. Hasta entonces, la gnosis era conocida esencialmente por las refutaciones de los Santos Padres, por ejemplo de s. Irineo, o de s. Epifanio. No se conocían textos de los mismos gnósticos. Por eso los manuscritos de Nag Hammadi tienen un valor histórico inestimable. Gracias a ellos conocemos directamente esa interpretación espiritualista del cristianismo que se constituyó en una gran tentación en los primeros siglos de la era cristiana.

  Esos movimientos son fácilmente detectables a lo largo de la historia. El mayor problema viene de la infiltración de una sensibilidad o inclinación - generalmente inconsciente – de la mentalidad gnóstica dentro de la ortodoxia. La lectura de varios escritos que se refieren a la vida monástica de Oriente no puede no dejar de dar la impresión de una infiltración espiritualista inconsciente. Hay una actitud negativa en relación a todo lo que es corporal: promoción de la vida religiosa como liberación del cuerpo, para subir hasta llegar a un conocimiento totalmente desligado del cuerpo, liberado de la contaminación material. Se pensaba que la vida mental era separada del cuerpo. Por eso, llegar a un pensamiento puro sería quedar libre del cuerpo. La ascensión monástica fue presentada muchas veces como una lucha entre el espíritu y la materia, entre el espíritu y el cuerpo. De hecho, la Teología y la vivencia de la Teología en los usos populares y en las prácticas eclesiásticas, desde la Edad Media hasta el Vaticano II, asocian el cuerpo y la materia con el pecado. De esa manera se entiende hasta qué punto la preocupación por el pecado puede ser casi patológica, ya que el cuerpo está siempre presente y recuerda  su presencia. La mente siempre siente la presencia de la materia, aún cuando quiera desprenderse  de ella. Eso puede provocar angustia y muchos autores espirituales la alimentarán33. La jerarquía no desmentía y, nada raro, hasta participaba de esa mentalidad

  Puede haber una deformación literaria o de inspiración popular que tiende a ver la santidad como desprendimiento de todo lo que es material. En la representación popular el santo es aquel que vive lo menos posible en el cuerpo - no come, no bebe, no tiene placer corporal, no siente ninguna atracción sexual, mortifica y combate cualquier tipo de solicitación del cuerpo. Puede haber descripciones exageradas en la hagiografía y en los relatos sobre los santos monjes o la vida religiosa en general, pero hay también un fondo de realidad. Durante siglos y hasta hace poco tiempo el programa de vida de los religiosos consistía en atender lo menos posible al cuerpo y a desarrollar la actividad mental. La misma Iglesia insistía en ese sentido, estimulando prácticas ascéticas de mortificación del cuerpo: ayuno, abstinencia de carne, uso del cilicio, flagelación34, dormir sobre una tabla, permanecer largos períodos de rodillas, cobertura total del cuerpo etc. Todo eso muestra una actitud de rechazo del cuerpo, que no encuentra acogida en los evangelios - donde encontramos a Jesús que es acusado: "He aquí a un glotón y bebedor, amigo de publícanos y pecadores" (Mt 11,19).

  En Occidente el rechazo del cuerpo no fue tan radical como en Oriente. En la tradición monástica de Occidente el trabajo manual ocupa un lugar destacado. El programa de san Benito es "Ora et labora" (rezar y trabajar). Por eso los monjes de Occidente tuvieron un papel importante en el desarrollo económico - no ocurrió lo mismo en Oriente, que se volvió menos desarrollado.

  El Occidente también se benefició de la ayuda en la atención a las necesidades del pueblo por parte de los religiosos y, sobre todo, de las religiosas. En Oriente no se permitió a las mujeres tener tanta independencia y fueron confinadas a las tareas domésticas. De ahí la ausencia casi total de obras de caridad. 

En la Edad Media hubo una explosión de fundaciones para ayudar a los pobres, los enfermos, los huérfanos, las viudas, los peregrinos, las víctimas de los cataclismos naturales. Aún así, todavía era visible en el ámbito de la vida religiosa la desconfianza hacia el cuerpo, que,  sin embargo, se mostraba tan dedicado a la práctica del amor al prójimo. No se puede amar al prójimo solamente con el espíritu. Sin el cuerpo no se le puede prestar ninguna  ayuda. No se puede dar más vida a no ser con medios corporales.

  En el siglo XX, en  Occidente, hubo un proceso de cambio cultural que llevó a una rehabilitación del cuerpo. En muchos casos ese movimiento puede haber llevado a excesos que deformaron el mismo cuerpo o lo idealizaron a tal punto que lo apartaron de las tareas propias de la vida humana. El cuerpo se apartó entonces de su misión de amor en la práctica, y se convirtió en finalidad en sí mismo. De cualquier modo la reacción fue saludable, no teniendo nada en contrario a la espiritualidad cristiana. El pecado no está en el cuerpo, sino en el uso inadecuado que la persona hace de él. Se puede usar el cuerpo para dar vida o para matar.

  Amar es hacer lo que realmente va a generar más vida en los pobres. No es hacer cualquier cosa. Hay muchas falsificaciones de la caridad. Lo que Jesús decía: "no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha" (Mt 6,3) es de plena actualidad. Hay una manera de dar que es la mejor forma de publicidad. Los fariseos ya sabían eso, y el comercio de hoy también. Hay donaciones que sirven para hacer publicidad. Se puede dar cualquier cosa, sin preguntar cuál es la necesidad de quien recibe - hasta objetos que no responden a ninguna necesidad. Esas donaciones consiguen lo que quieren: publicidad. En ese caso, no se establece ninguna relación de amistad entre la persona que da y la que recibe. Hay casos en que la donación tiene retorno - por ejemplo, los candidatos que compran votos de electores dándoles camisetas, un colchón, algunos ladrillos, un aparato de TV... El don es apenas una compra, una operación comercial. No hay en eso ningún amor. Se puede dar también para crear o alimentar la fama de "bienhechor". Se puede dar por miedo: dar a los pobres para que no vengan a robar, para que no adhieran a un partido revolucionario. Se puede dar para  verse libre de los mendigos y del  castigo. Se puede dar un poco para no verse obligado a dar mucho.

Se puede dar por costumbre o por rutina - dentro de lo que prevé el reglamento del convento o de la empresa.

 

33) Cf. Jean Delumeau, Le peché et la peur. La cutpabíHsation en Ocddent. Xllle -XVIIIe siécles. París: Fayard, 1983.

34) Algunas de esas prácticas continúan actuales — por ejemplo, la práctica de la flagelación y del cilicio en el Opus Dei.

 

  Dar sin que haya una implicación personal no llega a ser amor. Es dar por necesidad, porque no se puede evitar el dar. Si lo que se da fuera algo superfluo, si no fuera un repartir,  tenderá a humillar, salvo en casos de extrema urgencia. El repartir es abrir al diálogo, es colocar al otro en pie de igualdad. De la misma manera, participar de la actividad de los pobres es abrir el camino del diálogo. Es un acto que promueve, prestigia al pobre y le inspira más confianza en sí mismo.

  Como dice muy  bien  la Hermana Emmanuelle35 — que trabajó durante 20 años en las favelas del Cairo -, lo más necesario para los pobres es el respeto. Ellos aspiran a ser tratados como personas. Por eso, la base de todo hacer que sea amor es tratar  a los otros como personas, manifestarles el respeto debido como a un hijo o a una hija de Dios.

 

            ¿Y hoy, qué hacer? ¡Esa es la cuestión! El problema es qué  hacer hoy en la sociedad y en el momento histórico en que vivimos. Tal vez más que nunca el mundo nos da la impresión de estar cerrado a cualquier tipo de acción porque la arrogancia de las potencias mundiales alcanzó  tal nivel, quizás solamente comparable al del Imperio romano antiguo. Los norteamericanos de hoy, por ejemplo, gustan compararse con el Imperio romano. La comparación no deja de tener puntos de aproximación, al menos en lo que se refiere a la arrogancia de sus élites. Pero la esperanza nos garantiza que siempre es posible "hacer" algo.

  Antes de entrar en el asunto, vamos  a estudiar la siguiente pregunta: ¿quién va a  "hacer"? ¿Quién va a amar? ¿Quién va a tener compasión? ¿Quién va a tener indignación? Si Dios envió a su Hijo al mundo, es porque en  él todavía hay amor. Es difícil encontrar personas que  sean únicamente egoísmo, en quienes no haya nada de amor. La historia muestra la existencia de las más diferentes proporciones de amor. En la actualidad,  el amor existente en el mundo es muy tenue. ¿Si hubiese  un amor consistente, habría tanta miseria como la que hay?

  El amor de Dios es don para todos, pero hay diversidad en su recepción. El Reino de Dios es la llegada del amor. Sin embargo, muchos no se interesan por él, están distraídos, viven con el mínimo empleo de las fuerzas de que disponen, hacen solamente lo indispensable para sobrevivir. El amor requiere el empleo de mucha energía.

  El amor es don de Dios. Con Jesús  llega a un nivel ideal, estimulando y suscitando vocaciones especiales. En las antiguas civilizaciones los pobres se encontraban abandonados - y, en muchas regiones del mundo, eso sigue hasta hoy - la religión no lleva a mirar hacia el otro, en especial a los pobres. Se mira solamente hacia Dios, que es una proyección de las propias necesidades y deseos.

  El amor no se presenta espontáneamente, necesita de personas que lo anuncien. El amor es don de Dios, pero es también  efecto de un paciente trabajo humano.

 

9. EL LLAMADO 

  Hubo en los años 60 y 70 del siglo pasado una supervalorización de la capacidad de las masas populares. Los intelectuales hablaban de los sujetos históricos como si campesinos, obreros, intelectuales, estudiantes, negros o mujeres estuviesen siempre abiertos para obrar en la sociedad - como si todos tuviesen alta sensibilidad social. Los cristianos pensaban que bastaría enseñar a los católicos cuáles eran  sus responsabilidades políticas para que se movilizaran por las luchas de liberación. En realidad, las vanguardias - tanto en la sociedad civil como en la Iglesia - tenían poco conocimiento del pueblo real. Exaltaban  sus virtudes - como los iluministas del siglo XVIII hablaban de los "buenos salvajes" de América sin conocerlos, a no ser por narraciones de viajeros.

  Desde entonces, la historia mostró suficientemente que la humanidad no es así. Solamente pequeños grupos están disponibles para una acción social, y solamente una minoría de cristianos constituyen comunidades socialmente activas. En Brasil, apenas el 1,4% de los católicos pertenece a comunidades de base, y el 4% al movimiento carismático.

  Es verdad que en aquel tiempo, hace 40 años, el pueblo era diferente del actual. Aún así no se podía suponer que las masas católicas ya eran cristianas y querían vivir en el amor. Seria como imaginar que los esclavos estaban siempre dispuestos a luchar por su liberación y que los pueblos oprimidos estarían luchando por  su independencia. La realidad es muy diferente. Para quien pensaba así, la historia de los últimos 30 años ofrece una serie de desilusiones. 

Esa constatación desanimó a muchos militantes que perdieron la esperanza de poder cambiar algo en el mundo. ¿Qué hacer y esperar de una humanidad tan inerte, pasiva y miedosa frente a cualquier tipo de cambio y tan poco dispuesta a arriesgar?

  Como hijos de la modernidad, estaban inclinados a pensar que las situaciones objetivas crean los sujetos que transforman el mundo - los sujetos serían generados y empujados por la historia como proceso objetivo. La situación de dependencia y de pobreza de América Latina iría a generar los movimientos de liberación. Pero no fue así. Los sujetos no aparecen así. Y la experiencia mostró  que era una ilusión.

  Por otro lado, como hijos de la modernidad, tenían también una visión optimista de la humanidad - creían estar viviendo un continuo proceso de progreso y que éste necesariamente vendría a realizarse. Habían olvidado el pecado del mundo. La humanidad está en permanente combate entre la vida y la muerte, el amor y el no amor,  el egoísmo y el altruismo, ignorancia del otro y  descubrimiento del otro. 

 

35) Cf. Soeur Emmanuelle, Richesse de la pauvreté, París: Flammarion, 2001, p. 35.

 

Nada es seguro ni definitivo. Hace 40 años, por falta de convivencia, se conocía  poco al pueblo real y por eso se hacía  una idea ficticia  respecto de él. Había entusiasmo cuando millones de personas se manifestaban por la calle. Pero no había suficiente percepción de que esas manifestaciones podrían ser puramente festivas y no tener ninguna consecuencia. De por sí, no quería decir que esos millones de manifestantes estaban  dispuestos a comprometerse en el trabajo exigente y perseverante  de liberación. No pasa nada cuando falta la fuerza de un amor profundo por el pueblo.

 

Ese amor profundo por el pueblo no es innato, espontáneo. Necesita ser despertado, estimulado, educado. Es sobre todo un don de Dios, que se puede preparar pero sin tener nunca la certeza de cuándo se va a presentar. Supone conversión radical, cambio total de rumbo en la vida. Ni la religión conduce necesariamente al amor como veremos más adelante. Jesús "sabía lo que hay en el hombre" y no se hacía ilusiones. Sin embargo creía en la posibilidad de la conversión y en la fuerza de la invitación a la conversión. La invitación puede asumir el nombre de educación popular, educación política, formación social, pastoral social. Hay muchas maneras de llamar a las personas para cambiar de vida, pasando a dedicarla a la salvación de los oprimidos.

  El amor supone conversión. Bien sabemos de eso porque todos los líderes de una Iglesia comprometida pasaron por la conversión. Por eso la historia no camina de modo científico, racionalmente, de modo lineal. Necesita  sujetos y éstos no aparecerán espontáneamente. Quien tiene experiencia de movimientos populares sabe cuánto trabajo cuesta la conversión de una persona - también en el mundo popular. Por eso los sujetos aparecen como novedades, descubrimientos de energías nuevas y a pesar de infinitos desvíos, curvas, retrocesos, hasta el retorno a la verdad.

  El ser humano no nace sujeto, sino que se vuelve sujeto por una conversión. La conversión es la respuesta a un llamado. Eso vuelve a la historia imprevisible, pero no imposible. Vuelve a los cambios imprevisibles, pero no imposibles.

Nadie hace la conversión de otro. Se puede preparar el camino, pero sin garantía de éxito. A veces el resultado viene después de años de espera o de insistencia. Jesús no convierte mecánicamente, sino que llama y aguarda. Sin embargo, la conversión acontece porque alguien llamó. En el origen hay un llamado. El llamado puede ser puramente interno - aunque no es lo que normalmente ocurre. La mayor parte de las veces hay un llamado que viene por intermedio de otra persona, que llama para el amor, para cambiar de vida y entrar en el camino nuevo de la vida cristiana, del seguimiento de Jesús - que es el camino del amor.

  Sabiendo que el amor es el único valor definitivo, como dice Pablo, quien hace la experiencia de esa conversión encuentra natural que no pueda ofrecer nada mejor al otro que un llamado para entrar en el mismo camino. Anunciar la buena-nueva es eso.

  De alguna manera, podríamos decir que esa conversión corresponde a una evangelización. Pero el lenguaje eclesiástico se volvió formal y rígido. Mucho se habla de evangelización, pero casi siempre se asocia la evangelización con la entrada en la Iglesia - como si la conversión fuese entrar en la Iglesia y participar de sus actividades. El discurso de evangelización se volvió  vacío. En ese discurso todos son invitados a entrar. ¿Pero para hacer qué? No se sabe. La Iglesia convoca, pero no sabe para qué. Una vez que una persona entra en un grupo de Iglesia, descubre que no hay nada para hacer, a no ser tareas de organización de la propia Iglesia. ¿De esa manera el convertido irá realmente a descubrir la buena-nueva de Jesús o quedará en el sistema eclesiástico gozando de los bienes encontrados en ese sistema (belleza artística, seguridad de doctrina, sentido comunitario, emoción religiosa etc.)?

  El llamado para amar es diferente de muchos de los llamados hechos por personas religiosas. Muchos hacen propaganda de su religión, de su movimiento o simplemente de su Iglesia. Jesús ya había denunciado a los fariseos que recorrían el mundo entero para hacer conversiones y  sus convertidos se volvían dos veces peores que ellos. Se gasta mucha energía para hacer propaganda de las instituciones religiosas - eso sin hablar de las campañas vocacionales.

  El discurso es bonito: se dice que la Iglesia está al servicio de la humanidad, no existe para sí misma, sino para servir. ¿Pero qué sucede en la práctica? En la práctica muchas veces no se ven los servicios que dice prestar. No se nota la actitud de servicio, la preocupación real por las necesidades de los otros. Crece sin cesar la distancia entre el discurso y la realidad. Ese es un fenómeno común a todo nuestro mundo globalizado. Gracias a los medios de comunicación, los discursos circulan muy rápido y cada uno puede captar rápidamente los temas que están en la onda y tener un lenguaje adaptado a las modas del momento. Pero hay muy poco en el comportamiento real que corresponda a los discursos. En la política de hoy eso es cada vez más evidente. Todos los gobiernos practican el programa neoliberal impuesto por las autoridades financieras y por las multinacionales. Pero todos recitan el discurso más actualizado, con las últimas palabras descubiertas, para expresar las preocupaciones sociales y humanitarias. El discurso no tiene nada que ver con la realidad.

  Asi  también es la mayor parte del discurso eclesiástico de nuestros días. La jerarquía tiene buenos secretarios, que saben escoger palabras bonitas y redactar discursos actualizados. Pero eso tiene poco que ver con lo que se hace en la práctica. Hoy no se habla más para transmitir un pensamiento, sino para impresionar al oyente y conquistar  su simpatía – independientemente de cualquier pensamiento, ya que existe un pensamiento único. Nadie necesita pensar más, está todo pensado.

  Lo que es necesario es una verdadera evangelización, que invite a la conversión a una vida de amor y servicio al prójimo. Es verdad que, en el mundo globalizado, ese llamado encontrará mucha resistencia, toda vez que la norma es la competitividad. El amor perturba las operaciones financieras. Está totalmente excluido como algo absurdo. En el sistema actual, preocuparse por los excluidos es algo incomprensible. Ellos son considerados problema policial. Cuando una empresa despide cientos o millares de empleados, las acciones suben y los accionistas se alegran. Nadie va a pensar en los que se quedan desempleados, sin ninguna seguridad.

 

 

             Hoy, sabiendo de la dificultad de la verdadera evangelización, las Iglesias prefieren cambiar el mensaje y ofrecen una religión atrayente que da satisfacción36 - no un mensaje de exigencias, sino un mensaje de satisfacción. Hay nuevas Iglesias que proclaman un mensaje de prosperidad. Algunos gestos religiosos y sentimientos piadosos y la prosperidad surge. De hecho, esos mensajes despiertan éxito, haciendo  que los representantes de las instituciones religiosas tomen en cuenta los resultados, también financieros, de ese "evangelio". ¿Si alguien pide la conversión al servicio de los pobres, cuánto va a ganar? ¿Si alguien anuncia que habrá prosperidad, y que existe el medio de no sufrir más, cuál será el resultado financiero? Basta hacer la comparación para entender lo que sucede en las Iglesias. ¿Cómo es que todavía hay personas para anunciar el verdadero evangelio? ¡Solamente por milagro de Dios!

 

10. OBRAR SOBRE LAS PERSONAS

  El sujeto que, movido por un verdadero amor, quiere trabajar por la liberación, debe obrar en dos planos: el plano de las personas y el plano de la sociedad o de las estructuras. Veamos primero el obrar en el plano de las personas.

  Aquí, la primera expresión cristiana, típicamente cristiana,  es el perdón. ¿Qué significa el perdón? Es el rechazo de la venganza. Los textos evangélicos no pueden ser más claros (cf. Mt 5,38-42; 6,12.14-15; 18,21-22). En el mismo sentido es una aplicación de la exhortación "amen a sus enemigos" (Mt 5,44; Lc 6,27). ¿Por qué perdonar? ¿Por qué amar a los enemigos? Porque el objetivo final es la formación del Reino de Dios a partir de los seres humanos que existen. No podemos excluir de antemano a los enemigos. Nuestra tarea es conquistarlos porque ellos también son llamados a trabajar por el Reino de Dios y a entrar en el camino del amor. El perdón y el amor a los enemigos tiene por finalidad  su conversión. La venganza suprime la posibilidad de conversión.

  La Iglesia católica puede preguntarse si tiene moral para predicar el perdón, ya que ha perseguido a sus enemigos, los ha tratado como enemigos de Dios - como si negar dogmas, sacramentos o artículos del derecho canónico fuese ofensa a Dios. Eran ofensas a la institución y no a Dios, que siempre perdona y no se ofende. Necesitamos  un gran cambio de mentalidad para poder, de hecho, anunciar el verdadero evangelio. En el pasado se llegó a defender la eliminación del pecador, ya que así no podría más pecar, y, con tal castigo, haría por merecer el perdón. La muerte seria para él un beneficio. Fue de ese mismo modo que Vieira explicó a los esclavos que la esclavitud era para ellos un beneficio, pues, gracias a ella, habían recibido los sacramentos y podían salvarse. El amor no tiene por objeto evitar la condenación al infierno, porque solamente Dios puede juzgar. El amor promueve la conversión en el presente y no es bueno que se deje para después.

  A pesar de la historia, debemos volver a predicar el perdón. El Papa ya pidió perdón varias veces por los pecados históricos de la Iglesia católica - o por lo menos por  sus miembros, porque todavía no se reconoció el pecado de la institución. La Iglesia debe perdonar para dar el ejemplo, y no practicar el "hagan lo que yo digo y no hagan  lo que yo hago".

  Otro paso es el respeto. La Hermana Emmanuelle - antes mencionada - insiste en esto: que los pobres sienten más la necesidad de respeto  que cualquier otra necesidad. Ser tratado con respeto es más necesario  que el alimento37. El pobre no es tratado con respeto en la fábrica, en la escuela, en las reparticiones públicas, en los centros comerciales - también, no pocas veces, en las Iglesias. Sin embargo, el respeto es lo que más ayuda a la autoestima. El pobre no está bien informado, no conoce las leyes o los reglamentos, entiende de forma equivocada las informaciones que pide, no sabe formular las preguntas que desea aclarar, no sabe expresarse en las formas legales, no se atreve a pedir  sus derechos – que muchas veces ni siquiera conoce. 

Si no fue tratado con respeto,  sentirá con más vergüenza todavía  su inferioridad. El pobre pasa buena parte de su vida haciendo colas - casi siempre en vano. Todo eso constituyen humillaciones. El respeto compensa las humillaciones sufridas.

  Falta de respeto al negro. En la vida diaria el negro es constantemente ofendido. Cierto día, un seminarista negro acompañó a D. José María Pires, arzobispo negro, en la romería a Palmares - el día 20 de noviembre, aniversario de la muerte de Zumbí. Volvió transformado y dijo: "Fue la primera vez que oí decir que un  negro había hecho algo bueno". De hecho, todo lo que es ruin es atribuido a los negros. De esa falta de respeto también sufren los indios. Conocí seminaristas indios que, por vergüenza, negaban ser indios, afirmando haber nacido en la ciudad.

  Falta de respeto a las mujeres. Diariamente las mujeres son comúnmente tratadas como objetos sexuales y de chistes, alusiones, miradas, gestos... Si son trabajadoras,  su trabajo siempre es menos remunerado que el de los hombres. Sus faltas no son perdonadas como las de los hombres.

 

36) Cf. como referencia un libro famoso del economista John Kenneth Galbraith, La cultura de la satisfacción, 1992.

37) Cf. Soeur Emmanuelle, Richesse de la auvreté, Paris, Flammarion, 2001, p.35

 

Amar es respetar y manifestar respeto, tratar a los otros como personas, con derechos y valores iguales. Jesús quiere más: tratar al pobre como superior - le lava los pies a sus discípulos. El respeto es el primer paso en la recuperación de los excluidos, pues  ellos, por el hecho de no ocupar ninguna posición en la estructura económica oficial, se sienten muy inferiores. No tener papeles aprobados inspira vergüenza, sentimiento de humillación, como si fuese incapacidad.

  No conseguiremos, más que San Pablo, hacer una lista exhaustiva de las expresiones del amor. Sin embargo necesitamos llamar la atención en algunos aspectos. El pueblo de los pobres - por ejemplo, gran parcela del pueblo nordestino -, tiene tanta conciencia de inferioridad que llega a quedar paralizado, alimenta un sentimiento de incapacidad y la convicción de que eso es irreversible. En las fiestas gustan de afirmar cierta vanidad nordestina, pero, en el fondo de la conciencia, no creen en eso y se sienten inferiores. Los que vayan a San Pablo y Río de Janeiro saben que serán tratados como inferiores - allí serán los "bahianos".

  Un pueblo sin autoestima no puede liberarse. El primer paso es tener orgullo de sí mismo, convicción de su capacidad. Sin confianza en los propios recursos no hay como mejorar. El primer objetivo de la educación debería ser el de aumentar la confianza en las propias capacidades. No se trata de la ingenuidad de quien piensa que todo lo que hace es sublime,  la educación de un pueblo humillado debe ser exigente, rigurosa para que, de hecho, el sujeto tome conciencia de que se vuelve capaz, formado, seguro de sí. No se trata de crear una falsa conciencia de ser lo que no es. El desafío es trabajar para ser de hecho capaz. Desgraciadamente el sistema educativo tiene poco en cuenta esa situación de los pobres. No tiene presente la fragilidad de la conciencia de los pobres y  cuánto  necesita ser estimulada y fortalecida.

 

11. SERVICIO Y TÉCNICA

  Los seres humanos son hechos de tal modo que pueden ayudar a otros seres humanos - lo que los otros animales pueden hacer solamente de modo muy reducido. El cuerpo humano puede ser usado para ayudar al prójimo. Hay sobre todo dos órganos que son adecuados para eso: la boca y las manos. 

 

 

Por la boca una persona puede comunicar pensamientos, ideas, esto es, orientaciones, instrucciones, conocimientos para vivir mejor. La experiencia adquirida durante siglos puede ser comunicada a las nuevas generaciones por medio de palabras. El primer servicio es la comunicación de mensajes.

  Con las manos, los humanos pueden prestar una infinidad de formas de ayuda. Las manos pueden levantar, acostar, conducir, tocar, acariciar, expresar sentimientos o emociones. Puede fabricar objetos o herramientas que, a su vez, van a fabricar otros objetos útiles.

  Lo que nos interesa aquí es destacar que la boca y las manos son los órganos del amor más fundamentales. Sin embargo, no siempre expresan el amor. Pueden dar vida o muerte, alegría o tristeza, ánimo o desánimo.

  Lo que más llama la atención es que, para obrar sobre los otros, los humanos necesitan aprender. La boca y las manos por sí mismas no pueden hacer nada. Los recién nacidos tienen boca y manos, pero no saben hacer nada con ellas. Deben aprender. El cuerpo, por si solo, nada puede hacer. Necesita aprender, necesita de técnicas.

  ¿Cuál es la relación entre las técnicas y el amor? Los optimistas de la modernidad creyeron que el solo desarrollo de las técnicas podría aumentar los servicios, las satisfacciones de las necesidades humanas y la libertad de todos. La experiencia de siglos de modernidad muestra que no fue eso lo que ocurrió. El uso de las técnicas no santifica por si mismo. Hay técnicas que producirán muchos sufrimientos.

 

  Comencemos por la boca, fuente de todos los medios de comunicación - porque, al final, el lenguaje pasa por la boca. La boca necesita diversos instrumentos. Primero  necesita de un lenguaje. Todos deben aprender una lengua, pues sin ella la comunicación se vuelve casi imposible. Puros gritos no constituyen comunicación - ni obras de caridad. Las lenguas son diferentes. Están las adaptadas para hablar o lenguaje de la técnica - para hablar de las cosas y del uso eficaz de las cosas. Están las adaptadas a la expresión de sentimientos y menos adecuadas para expresar técnicas. Por ejemplo, no es arbitrario que las ciencias y tecnologías hicieran un lenguaje a partir del griego. El griego es más adecuado para la abstracción necesaria a las técnicas. Para quien no fue iniciado, todo ese vocabulario abstracto es incomprensible. No es casualidad que el pueblo simple apaga la TV a la hora de las informaciones - no entiende ese tipo de lenguaje. El latín se presta a lo jurídico y las lenguas primitivas expresan sobre todo sentimientos. Lenguas antiguas, como el guaraní o el náhuatl, se prestan a la delicadeza de los sentimientos y son lenguas de pueblos más humanos.

  No se trata de puras palabras. Una lengua no se restringe a una colección de palabras y de reglas gramaticales, sino que abarca el uso de las palabras, combinaciones y expresiones típicas.  Una lengua es un patrimonio formado durante siglos por la conversación entre millones de personas - está hecha de las expresiones que corresponden a los sentimientos y al pensamiento de un pueblo.  Hay lenguas en las que la mitad de las palabras tienen alusión sexual - como, por ejemplo, el chileno; otras en que todas las palabras son tomadas en un sentido humorístico - como el inglés de Inglaterra; otras son agresivas, porque usan constantemente expresiones agresivas. La lengua está hecha de dichos, proverbios, entonaciones, tono de voz, subentendidos, dobles sentidos, uso predilecto de ciertas palabras, etc. Los brasileños usan exclamaciones religiosas, tales como: "¡nuestra!", "¡Virgen María!", "¡mi Dios del cielo!", mientras que otros pueblos usan constantemente palabras groseras, por ejemplo.

 

            Las lenguas actuales son mucho más duras que las más antiguas.  El lenguaje del sertanejo es más delicado y florido - cargado de filosofía de vida, de proverbios, de metáforas -  que el  lenguaje que se usa en San Pablo o en Puerto Alegre. Pero cuando el nordestino va a Río o a San Pablo, aprende otra lengua. Tiene  vergüenza  de hablar como "baiano".

  La TV influyó mucho en el lenguaje - no siempre para mejor. Desgraciadamente la uniformidad provocada por los medios ayuda a perder muchas expresiones tradicionales que hacían a la originalidad de los pueblos. La TV uniformiza y, en Brasil, todos aprenden más o menos el lenguaje carioca. La TV, como los medios en general, difunde una lengua sin corazón, uniforme, sin humor, sin fineza, pero funcional y agresiva - también porque las relaciones sociales son mucho más agresivas en las grandes ciudades.

  Cada ser humano recibe la influencia de su patrimonio lingüístico. No precisamos ir tan lejos como los estructuralistas, que afirmaban: cuando una persona habla, no es ella la que habla, sino que es la lengua la que habla por ella. Alguien podría pensar que expresa pensamientos originales cuando, en verdad, está  apenas repitiendo lo que otros hablaron y  que oyó en la TV.  Una persona puede pensar que  su declaración de amor es original, pero dispone de un número limitado de expresiones y, por eso, acaba repitiendo lo que otros ya dijeron. La lengua obliga a hablar de cierta manera, reflejando el comportamiento de la sociedad que la usa. Las relaciones sociales están inscritas en el lenguaje.

  A pesar de esa fuerza del patrimonio lingüístico, cada uno puede y debe cambiar, hasta cierto punto, el lenguaje estructural y hacerse portador de un lenguaje que sepa ser instrumento de relaciones de amor y caridad, delicadeza, respeto, simpatía y cariño. No es recomendable usar la lengua de cualquier manera o simplemente imitar a presentadores de TV.  En otros tiempos, en las escuelas, no se enseñaban solamente los elementos materiales de la lengua, sino que los niños aprendían a hablar y a expresar sentimientos y emociones. Aprendían con los poetas, los buenos escritores y con  la educación de los profesores. El surgimiento de la TV y sobre todo de las computadoras cambió  eso. Los niños pueden hablar cualquier cosa. No construyen frases, no expresan pensamientos y  su lenguaje parece una emisión de gritos. Pasan a imitar la vulgarización del inglés. El argot predomina. No consiguen elaborar un discurso. El lenguaje de las computadoras es sin corazón, sin personalidad, hecho para dar informaciones técnicas. Todo eso no favorece el desarrollo del amor.

  El amar se establece por medio de la conversación, por el modo de expresar ánimo, estímulo, consuelo - que despierta alegría y felicidad en el otro. Eso supone control y aprendizaje en el uso de las palabras.

  Pasemos a los servicios y al amor por las manos. Aquí también, las manos deben aprender. Hay muchos servicios que las propias manos pueden hacer, con la condición de ser educadas. Hay gestos que expresan sentimientos y que se deben educar. A los chicos les gusta  usar las manos para pelear y atacar a los otros. Educar es también enseñar a controlar las manos. Se trata de una de las tareas más importantes de la educación. Buena parte de la criminalidad proviene del hecho de que no se les enseñó a los adolescentes a controlar las manos.

  Por otra parte, desde los orígenes los hombres aprendieron a usar herramientas - que, con el correr del tiempo, se hicieron cada vez más sofisticadas. Hoy hay máquinas de manejo tan complejo como nunca antes se hubiera imaginado – en las áreas de la industria, medicina, agricultura y comunicaciones.

  Pero las técnicas no fabrican herramientas para cualquier cosa. Los hombres inventan técnicas para ciertas cosas consideradas importantes - ¿pero para quién? Una vez construidas, las máquinas no hacen cualquier cosa. 

Los trabajadores deben adaptarse a las tecnologías. Si están en una empresa, deben fabricar lo que la empresa determina y lo que las máquinas son capaces de hacer. Si determinada empresa tiene maquinaria para fabricar armas, todos los que allí trabajan deben producir armas - sin preguntar para qué servirán esas armas.

  En la agricultura se pueden desarrollar tecnologías útiles para los grandes productores o para los pequeños productores. En la industria farmacéutica se pueden inventar remedios para luchar contra la impotencia sexual y dejar de lado enfermedades como la malaria, que interesaría solamente a los pobres. Las tecnologías no nacen por sí mismas, sino que son inventadas por seres humanos. Estos no inventan cualquier cosa, sino lo que más interesa a la sociedad en que están. De esta manera, una sociedad crea todo un conjunto de medios técnicos que reflejan los intereses, las prioridades y las opciones hechas por los que en ella mandan. Los chinos conocían la pólvora antes que  los occidentales, pero la usaban para fabricar fuegos artificiales. Los occidentales usaron la pólvora para munición de armas. Cada pueblo inventa técnicas de acuerdo con  sus prioridades. La prioridad de Occidente era la guerra.

  Las tecnologías actuales son frutos de una sociedad de tipo individualista y capitalista, agresiva y competitiva. Fueron inventadas para consolidar ese tipo de sociedad. Manipular una tecnología no es indiferente para quien lo hace. Las máquinas no sirven igualmente para todos. Hay diferentes tipos o niveles de medicina, de materiales de construcción y de alimentación. Hay precariedad de tecnologías para construir casas populares decentes y viables, porque el lucro es pequeño; mientras que, para construir edificios que responden a todos los deseos de las clases dominantes, hay tecnología avanzadísima. Allí hay bastante lucro.

  La sociedad actual exalta la tecnología porque aumenta el lucro. Crea una mentalidad tal que los profesionales se sienten plenamente realizados sólo porque saben hacer funcionar esas tecnologías. Son servidores de las tecnologías y depositan  su orgullo en ellas. Sin embargo, ninguna tecnología es inocentemente fabricada. ¿Quién se beneficia con una determinada tecnología? Los hospitales, las escuelas, las viviendas, los clubes de diversión, los medios de transporte etc., no son los mismos para todos. ¿Para quién trabajan las máquinas?

Además, en la civilización occidental actual, individualista y capitalista, basada en la competencia entre todos – en la cual los más fuertes explotan  a los más débiles o los eliminan si incomodan -, las tecnologías tienen un status especial. Son dominadas y orientadas por los dueños del capital invertido para producirlas o usarlas. Están al servicio del capital y éste va a financiar nuevas tecnologías que producen todavía más dinero. El desarrollo tecnológico, tal como ocurre hoy, es un excelente auxilio para los más privilegiados.

  Las técnicas exigen, cada vez más, personal especializado. El trabajo se vuelve profesional, cada vez más sometido a la disciplina de las tecnologías. Los profesionales son personas cada vez más calificadas que saben usar las técnicas. La técnica ocupa de tal modo la atención del profesional que éste pierde de vista el servicio que presta. Lo que interesa es el funcionamiento de la tecnología, más  que el resultado humano. Siempre se invoca la ayuda prestada a los hombres, pero es bueno averiguar y saber cuáles son las necesidades satisfechas y de quién.

  En otro tipo de sociedad, se podría imaginar que todos los servicios profesionales estuviesen gratuitamente al alcance de quien los necesitase, y que los profesionales fuesen pagos por la sociedad entera. En los países desarrollados se implantó algo parecido a eso, y se denominó Welfare State (Estado de Bienestar Social). Pero, actualmente, eso está siendo destruido por la codicia y la arrogancia de los dueños del capital, que procuran aumentar ilimitadamente la porción de la renta nacional concedida a sí mismos. 

Hoy se procura implantar en el mundo entero el modelo de competitividad en que todo está privatizado y cada uno debe salvarse como pueda. En ese caso las tecnologías dependen de compañías privadas que las usan para aumentar su capital. La producción de servicios será medida por la capacidad de producir dinero. Lo que no produce dinero, no se hace - aunque sea necesario.

  Los dueños de las técnicas, los que saben usarlas, y sobre todo los dueños de las compañías privadas que las financian, practican un chantaje creciente. Se reservan una parte cada vez mayor del producto nacional. Los ejecutivos exigen salarios y  ventajas exorbitantes. Un alto ejecutivo puede ganar mil  veces lo que gana un obrero de una de sus fábricas. Y un técnico especializado puede ganar 50 veces lo que gana un simple obrero. Todo eso muestra que el uso de las tecnologías no es inocente.

  Cada persona es prisionera del sistema que engloba todos los instrumentos de trabajo. Sin embargo, siempre hay un cierto margen de maniobra, que posibilita influenciar al sistema y escapar de su dominación completa. Se pueden producir remedios más baratos para los pobres, tratar a los enfermos pobres sin arruinarlos, inventar técnicas que ayuden el trabajo de las amas de casa, etc. Hay muchas cosas que se pueden hacer sin  someterse a la exigencia del dinero. Las técnicas no aman, pero las personas que usan las técnicas pueden amar. Aunque encuadrados en el sistema, cada uno tiene un cierto margen de libertad. Cada uno es  responsable por una parte del uso que hace de  sus herramientas, de sus conocimientos técnicos, de su capacidad productiva, de los servicios que puede prestar. Cambiar el sistema es otra cosa, pero dentro de sí mismo hay personas que saben orientar  su capacidad y  sus herramientas para romper la disciplina del sistema y amar a los más pobres y abandonados.

  Si el mundo actual es viable, es porque hay fuerzas de resistencia que impiden que la dinámica de la sociedad global se imponga. Consiguen poner un freno a la arrogancia de los poderosos. Hay muchas personas que saben aplicar las reglas con sabiduría para preservar  a los pobres y evitar que sean abandonados como quiere el sistema.

  Esas personas muestran que es posible amar dentro del sistema, aprovechando las grietas, y abriendo nuevas brechas. En los países más pobres hay más solidaridad, pues subsiste un resto de civilizaciones antiguas, más humanas, menos domesticadas por los dueños de las técnicas. Nace toda una economía informal, paralela, ilegal,  indestructible. En esos países, inmenso contingente de trabajadores actúan en la economía paralela, ilegal, pero se imponen y ocupan espacios. Son expulsados pero vuelven a ocupar nuevos espacios en los intersticios dejados por la estructura global. ¿Qué pasará cuando los restos de las antiguas sociedades hayan desaparecido38? En el mejor de los casos las fuerzas de resistencia habrán conseguido cambiar el sistema.

  Un hecho interesante: en los últimos tiempos están surgiendo figuras que ocuparon altos cargos en el sistema, que dicen estar arrepentidas de lo que hicieron cuando estaban en el poder. Véase el caso de Michel Camdessus, que fue director del Fondo Monetario Internacional durante 13 años. Al dejar el cargo, sentenció: "Reconocemos que  nuestra irresponsabilidad, nuestras negativas de solidaridad, la timidez de nuestros combates para arrancar a nuestros países de sus egoísmos nacionales, contribuyeron para crucificar a los pobres hoy en día. Nos comportamos todos como intendentes frívolos de esa porción del bien común que nos era confiado" (Coloquio Ethique et finance, 2000).39

  ¿Y el libro de Joseph Stiglitz - The Roaring Nineties. A New History of the World's Most Prosperous Decade, 2003 -, no seria al final un libro de confesiones o, en el sentido de San Agustín, de retractación? 

 

El libro expone todos los errores cometidos en la década de los 90 por el gobierno de los Estados Unidos y por las instituciones financieras mundiales, como el FMI y el Banco Mundial, cuando el autor estaba al frente de esas instituciones. Nadie mejor que ellos  sabe lo que fue hecho y porqué fue hecho40

 

38) Para ver lo que sucede, cf. Francis Fukuyama, The Great Disruptíon, New York, 1999. 

39) Citado por Soeur Emmanuelle, Richesse de /a pauvreté, p. 31.

40) J. Stiglitz fue jefe de los asesores económicos del presidente Clinton, además de vicepresidente y  economista-jefe del Banco Mundial.

 

             El, de cierto modo, en ese libro, hace una confesión de pecados. ¿Por qué no lo hizo cuando estaba en el poder? Alguien podría decir: "más vale tarde  que nunca" - y que Dios lo perdonará de esos inmensos pecados, que causaron tantos sufrimientos a billones de seres humanos. Y los pueblos ¿podrán perdonar? En este caso, pueden. ¿Pero cómo perdonar a los que ni siquiera tienen arrepentimiento y, con arrogancia, defienden  sus pecados hasta el fin? Pueden invocar la disculpa de que el sistema era más fuerte que ellos y que hicieron lo que el sistema quería. Sin embargo, haciendo un acto de arrepentimiento, mostraron que era posible obrar de otra    manera: ¡con más amor a los pobres!

 

 

12. LA COMUNIDAD

  El amor cristiano  se dirige a las personas y también a las comunidades. Su objeto es el "tu", pero también el "nosotros". La comunidad es más que la suma de los individuos. Es una red de amores entrecruzados, reunidos en función de un bien común. Amando a  la comunidad, se presta servicio a todos. Porque la existencia humana es necesariamente comunitaria. Casi todos los bienes importantes son adquiridos comunitariamente.

  La cultura actual es destructora de comunidades para substituirlas por instituciones formales de consumidores y de productores, que crean una colectivización de la vida sin comunidad – de lo que resulta una permanente frustración. Allí la nación se vuelve  una entidad de policía, donde la economía somete  a los trabajadores a la condición de productores y consumidores. No queda nada más que sea gratuito. La vida colectiva está determinada por el dinero. Solamente los pobres escapan porque no tienen dinero y viven en una economía informal – y de esa manera salvan los valores comunitarios. Entre los pobres todavía subsiste algo del espíritu comunitario. En medio de ellos reaparecen nuevas comunidades. Son comunidades formadas en los intersticios de una sociedad reglamentada por el dinero.

  Los seres humanos siempre viven en comunidades. Durante casi la totalidad de su historia, lo que unió a las comunidades fueron los lazos de sangre, y éstos permanecieron hasta hoy en la sociedad paralela, aunque la familia esté muy debilitada. Basta recordar la gran proporción de casos en que la familia se compone de la madre y dos hijos. Subsisten fragmentos de familia que permiten vivir, aunque con mucha dificultad. Sin familia no es posible vivir humanamente. La persona se  transforma en consumidora encerrada en  su consumo. La sociedad dominante de hoy no se interesa por las comunidades, solamente por los consumidores. Pero el consumo no basta para formar una comunidad: los consumidores que compran en el mismo supermercado no forman una comunidad.

  Las Iglesias también pasaron a adoptar ese modelo. Ellas se transformaron en agencias de consumo de bienes religiosos. 

Los neopentecostales mostraron el camino: ofrecen los bienes individuales más codiciados: salud, empleo, prosperidad, todos sin compromiso comunitario. En la Iglesia católica las parroquias también dejaron de ser comunidades y pasaron a ser lugares en los que cada uno recibe los bienes religiosos que desea, sin compromiso comunitario. La creación del marketing católico vino a organizar esa orientación sugerida por la estructura de la sociedad actual.

  Todos los que se preocupan en formar comunidades saben cuán difícil es hoy - mucho más difícil que hace 20 años. Todo en la sociedad lleva a separar, disolver los lazos de solidaridad y estimular a las personas a buscar satisfacciones  solitarias — sin que les importen los otros.    La sociedad incentiva a salvarse individualmente.

  Otra dificultad es  la de encontrar liderazgos, personas que estén dispuestas a formar, a asumir responsabilidades colectivas, a dirigir, a mantener unidas a las comunidades. Todos saben qué difícil es encontrar personas así en los asentamientos, en los barrios, en las favelas. Muchos tienen en la mente el modelo de liderazgo creado por los políticos. El "caudillo” tiene sus agentes electorales, sus capangas, que le están devotamente dedicados - porque él les ofrece, además de la protección de un hombre fuerte, una cierta socialización. Es la práctica del clientelismo. Hay una tendencia muy fuerte para formar caciques – en el mal sentido de la palabra -, y no dirigentes de comunidades, personas que buscan en su clientela una fuerza política, una ventaja personal y no el bien y la unidad de todos.

Cuando aparecen liderazgos verdaderos, es necesario multiplicar las acciones de gracias, porque son perlas preciosas. La estructura de la Iglesia católica no favorece el surgimiento de tales liderazgos. El sacerdote, por  su posición social, por el monopolio de todos los poderes, impide la existencia de esos liderazgos - y la aparición de personas que puedan asumir responsabilidades. El cura busca auxiliares para aplicar los planes y las decisiones tomadas por él. Por eso las comunidades eclesiales de base prosperaron, sobre todo  donde no había sacerdote  o donde  solamente aparecía de vez en cuando. Para que la existencia del cura sea compatible con una comunidad es necesario que tenga la virtud heroica de D. Antonio Fragoso - que quedaba callado, escondido en un rincón de la sala, para no influir en las deliberaciones. No ocupaba mucho espacio, lo que permitió que laicos pudiesen liderar.

  El cristianismo no existe sin comunidades. Lo que las constituye está resumido en el capítulo 18 de San Mateo. En todas las comunidades humanas espontáneamente aparece una escala de valores - algunos son más importantes y otros menos. Lo que es cristiano es la inversión de esa escala. En las comunidades cristianas también aparecen clasificaciones y escalas de valores, pero lo superior es lo inferior y lo inferior es lo superior.

  El gran obstáculo, que limitó el desarrollo de las comunidades cristianas, surgió cuando la Iglesia fue adoptada como religión oficial del imperio. Desde ese momento, los obispos pasaron a ser tratados como privilegiados y puestos en niveles cada vez más altos. Fueron considerados como iguales a los gobernadores. De ahí derivó la separación entre clero y pueblo, lo que hizo imposible una verdadera comunidad. El sacerdote nunca más será igual a los otros - aunque siempre hayan existido sacerdotes y obispos que se esforzaron por ser iguales,  suscitando la gratitud de su pueblo. Aún en este caso, nunca se llega a una comunidad - que, por añadidura, la teología dominante prohíbe, ya que es preciso hacer cada vez más visible la diferencia entre el sacerdote y el laico. La preocupación, tantas veces expresada en los últimos 25 años, por la exteriorización de la distancia entre el clero y los laicos, impide cualquier formación seria de comunidades. 

 

 

El movimiento de comunidades eclesiales de base, en  América Latina – en la segunda mitad del siglo XX - fue un inmenso desafío porque era la inversión de 500 años de historia y lo opuesto de lo codificado en el derecho canónico. ¡Misión imposible! El conjunto de la estructura tradicional levantó una barrera insuperable.

  El Nuevo Testamento destaca también otro aspecto de la comunidad cristiana. Es comunidad abierta. Todas las comunidades humanas tienden a cerrarse en sí mismas y a acentuar la separación entre ellas y el resto de la humanidad. Insisten en  sus señales de identificación. Con el correr del tiempo van multiplicando un lenguaje propio que los otros no entienden, señales de reconocimiento, costumbres, estilo de convivencia, ritos, fiestas etc.

  Desgraciadamente, con el correr del tiempo, la Iglesia católica creó para si un fortísimo sistema de identidad. Como herencia de la cristiandad, creó una cultura casi completa. Ser católico pasó a ser sinónimo de revestirse de toda una cultura inmediatamente reconocible. Lo que hace reconocer  a un católico no es la práctica del evangelio, sino toda una inmensa serie de señales exteriores. Cada año, la serie de señales de identificación aumenta - como si eso no llevase a una separación de la humanidad y a hacer más difícil la evangelización. Por otra parte, los católicos en general tienen orgullo de sus señales de identificación mucho más  que del evangelio. Mostrarán  sus señales de identidad como si pretendiesen descubrir en ellas pruebas de superioridad, lo que los vuelve muy desagradables a los otros.

  Sin embargo, para San Pablo, lo que distingue a la comunidad cristiana es que ella se libera de todos las señales que la separan de los otros. La supresión de la circuncisión es un símbolo - significa que desaparecen todos las señales que asocian al mensaje de Cristo a una cultura. Para Pablo no hay más griego o judío, esclavo o amo, hombre o mujer. La comunidad está abierta a todos. Esa apertura  es la que debe ser visible. Nadie puede sentirse excluido por causa de señales culturales.

  Á medida que la Iglesia se identifica con una cultura que no es la de los pobres, los excluye. Hay gran distancia entre la cultura de los pobres y la de los ricos. Estos se  rehúsan a ver esa distancia, pero todos saben que existe. Puede variar en los diferentes países, pero la cultura de los pobres siempre es diferente de la de los ricos. La cultura predominante en la Iglesia católica es la de los ricos - salvo excepciones, muy marginalizadas por la Iglesia. Es también por eso que los pobres son tan pocos en la Iglesia. Son cristianos, pero no participan de los actos oficiales de la Iglesia. La participación de los pobres es insignificante en las misas y en otros actos religiosos que se desarrollan dentro de los templos. Puede haber todavía alguna participación en las procesiones y en las romerías - dependiendo de la manera como son organizadas. Si los actos religiosos muestran señales evidentes de la cultura de los ricos, los pobres no participan.

Se dijo que la Iglesia había hecho opción por los pobres, pero eso no ocurrió. Puede haber asumido la defensa de los pobres y hasta haber luchado por su liberación, pero aún así los pobres no se reconocen en la cultura católica. Aceptan entrar en pequeñas comunidades hechas de pobres - fuera de los templos y de la convivencia con los católicos ricos -, pero es muy raro que entren en una iglesia parroquial católica o en una capilla de barrio. La cultura allí existente no es la de ellos. 

  ¿Es posible a una comunidad cristiana vivir sin ninguna cultura? Claro que no. Pero la verdadera cultura cristiana debería ser la cultura de los pobres.

 

13. CARIDAD POLÍTICA

¿Hay lugar para el amor también en la política? ¡Ciertamente! Durante la modernidad el Estado se volvió autónomo. Dejó de reconocer una instancia superior que pudiese imponerle normas o valores. 

Sin embargo, el Estado y la política reconocen valores y principios éticos. Las democracias contemporáneas reconocen la declaración de los derechos humanos y proclaman que la política tiene por finalidad y por norma esos derechos.

La política es necesaria para dar a los ciudadanos los bienes colectivos que, sin ella, no podrían alcanzar, en especial la seguridad y la definición de leyes que organizan la vida social en todos los niveles. La política presta servicios inestimables. Por consiguiente, en principio, sería una actividad de amor al prójimo - comunitario y personal. Sin embargo, debemos partir de la consideración de los hechos. La historia política de la humanidad muestra una infinidad de guerras, violencias cometidas por el Estado - o por grupos dominantes con el apoyo del Estado -, por ejércitos o milicias privadas, corrupción, opresión de los pobres, exterminio de grupos humanos más débiles etc. La política que existe de hecho no corresponde a las definiciones ideales.

En las revoluciones modernas, las nuevas repúblicas proclamaron que una vez destruidas las dominaciones de los reyes, del clero y de la nobleza, habría libertad, igualdad y fraternidad. Ciertamente hubo progreso en muchos aspectos de la vida social, pero todavía no es la realización del proyecto ideal. Las democracias occidentales proclaman los derechos humanos, pero en la práctica  su valor supremo es la defensa de la propiedad privada. El Papa proclamó que toda propiedad privada estaría limitada por una hipoteca social. Es exactamente la negación de lo que practican   las actuales democracias.

El problema es el lugar de los pobres en la sociedad política. En la política, el amor consiste en la prioridad dada a los pobres. El puro ejercicio de funciones políticas no salva, no santifica. Lo que salva es una política de liberación de los oprimidos, de los pobres, de los excluidos de la sociedad. Promover a los pobres es extraordinariamente difícil en la vida política. Ellos son siempre los dejados de lado y los explotados. Son los que pagan más impuestos, los que reciben menos servicios y los que más se dejan engañar. En todos los niveles - municipal, provincial y nacional -, el desafío es el  mismo: hay que elegir entre decisiones que favorecen a los pobres o a los ricos. En Brasil ya hubo voces respetables diciendo que, desde la redemocratización, el Congreso todavía no votó una ley que favoreciese efectivamente a los pobres. Cuando alguna ley tiene apariencia de favorecer a los pobres, mirando bien se ve que, en la práctica, los favorecidos son los ricos. El problema cristiano de la política es básicamente ése. No se trata de un problema técnico. Siempre hay técnicas para cualquier proyecto de sociedad.

Caridad en la política es promover a los pobres. Eso supone una convicción firme que pocas personas tienen. Cada vez que se propone algo para favorecer a los pobres, se levanta una legión de especialistas para demostrar que es imposible y que el futuro de la nación estará amenazado si se adoptase tal ley.

Hoy hay una legión de economistas para demostrar que no hay otras alternativas sino las que están en uso. Olvidan que la economía nunca fue y nunca será una ciencia exacta. En ella interfieren gran número de factores, existiendo múltiples posibilidades de decisión humana, siendo prácticamente imposible tener certeza de cuales serán las consecuencias cuando se toma determinada medida. Por eso frecuentemente las previsiones de los economistas son desmentidas por los hechos.

  Lo que pasa es que, con el pretexto de la ciencia, no se acepta una política que pueda reducir los privilegios de los poderosos y cualificar el modo de vivir de los pobres. El gran desafío es que las élites no aceptan, de modo alguno, una redistribución del producto nacional. Dicen que, gracias al crecimiento, los pobres van a salir de la pobreza. Es evidente que eso es falso. Crecimiento ya hubo y mucho, y la condición de los pobres no mejoró , empeoró. 

No quieren siquiera admitir que pueda ser discutida la idea de redistribución. La regla es el egoísmo absoluto. Las instituciones llamadas democráticas son precisamente aquellas que impiden cualquier redistribución.

Por eso el cristiano que entra en la política entra a una vida heroica. Puede ser que lo maten - como ya pasó muchas veces. Los poderosos no perdonan y defienden  sus privilegios con todos los medios - también el de la violencia. Lo extraordinario es que algunos consiguen vivir ese heroísmo.

Hay momentos en la historia que son de gracia y largos períodos en que todo parece estar cerrado, sin salida. En este momento estamos en un período cerrado. Parece que no hay salida porque hay una potencia dominante que cierra todas las salidas. Pero la historia cambia. La supremacía de la actual potencia dominante durará todavía algunas décadas. Pero después... Históricamente un momento de gracia fue la conquista de Europa por los aliados, en la Segunda Guerra Mundial. En la clandestinidad, en la conciencia de la derrota, en la humillación de la dominación, líderes políticos prepararon un programa de reformas radicales, posibilitando a los pobres verdadera promoción. Por ejemplo, después de la muerte de Franco hubo un pacto social en  España para corregir la vergüenza de la situación social creada por el franquismo. De modo general, los poderosos solamente abandonan parte de sus privilegios cuando se sienten amenazados - o cuando se producen desastres.

Estamos en una época de tinieblas, en un túnel que parece no tener fin. Los pobres son reprimidos, excluidos, negados y acusados. La  TV se encarga de divertirlos, para que olviden sus miserias. Aún así no hay que desanimarse y la vocación política se hace más urgente. Muchos cristianos piensan que la política es un asunto por demás sucio para ocuparse de ella. Entrar en  política sería como entrar en la prostitución o en el tráfico de drogas. Y, sin embargo, bien sabemos cuánto  amor a los pobres exige un combate sin límite ni tregua.

La tentación del poder por el poder siempre es fuerte. Para cambiar la sociedad es necesario tener poder político. Por consiguiente, es necesario luchar para adquirir ese poder. Ahora bien, por lo que se puede notar en la historia el poder ofrece una atracción muy fuerte. Fácilmente la conquista del poder se vuelve el valor supremo. Para que el poder permanezca un medio  y no sea un fin, es necesario ser heroico, pues el gusto por el poder es una de las pasiones más fuertes que el ser humano encuentra.

La tentación de corrupción también es fuerte. Frecuentemente el poder está cercado por corruptos siempre atentos para mantener sus privilegios, explotando sin piedad al pueblo pobre. Los corruptos no pueden tolerar que haya alguien no corrupto a su lado. Eso sería para ellos un peligro amenazador. Una vez corrupto, deja de ser amenaza y todos pasan a volverse cómplices.

La política no es solamente el área de los dirigentes, sino también de toda la administración pública. Son centenas de millares de personas que deben ejecutar los planes dictados por los gobernantes. Sucede que no se puede colaborar con leyes injustas o opresoras - como bien lo demostró D. Oscar Romero, diciendo a los soldados que no debían obedecer las órdenes de matar campesinos inocentes. Ahí hay una fuente permanente de problemas de conciencia - pero los funcionarios siempre tiene espacio para una cierta libertad, pudiendo estar al servicio de los pobres.

Por otro lado, los funcionarios también son susceptibles de corrupción. Están los que no hacen los trabajos pedidos, gastan el dinero de forma irregular o desvían los fondos que les son confiados. Se sabe eso. Consecuencia: para ser honesto en la función pública hay que tener heroísmo. Hay funcionarios públicos que se dejan comprar por los ricos o intimidar por los poderosos, y tratan mal a los pobres. 

Ese sería el lugar privilegiado para la práctica de la caridad. El amor cristiano se manifiesta de modo muy especial en la manera respetuosa como son tratados los pobres por los funcionarios públicos.

Al lado de los poderes está también la fuerza de los pueblos. Ellos pueden obrar por medio de organizaciones formales o informales - que pueden expresarse ante los gobernantes. La experiencia muestra que la opinión pública influyó. Trabajar en la opinión pública en favor de los pobres también es amor.

Se sabe que la opinión pública es muy sensible a los medios - de su papel importante. Los medios pertenecen a algunos grandes grupos financieros que dominan el mercado de las informaciones. Es ilustrativo, en ese sentido, lo que viene ocurriendo en los últimos años en Italia. No obstante ese aplastante monopolio, aún así es posible influir - aunque sea en una parte infinitesimal.

Sea donde fuera, el criterio es siempre el mismo: ¿de que manera son tratados los pobres y cuál es  su participación? Ese es el criterio cristiano - pues el otro realmente otro, el prójimo realmente prójimo, es el pobre y el sin poder.

Por el hecho de que  la humanidad está viviendo una situación de dominación, ninguna actividad social humana es salvífica o santificadora por sí misma. Todas las estructuras sociales - desde la lengua hasta la política - deben ser transformadas, y cada cristiano está encargado de contribuir con una parcela de cambio en el sector en que puede obrar.

 

14. AMOR Y RELIGIÓN

¿Cuál es la relación entre la religión y la caridad? Muchos identifican el amor a Dios con la práctica de los actos de su vida religiosa. Piensan que aman a Dios cuando rezan, reciben sacramentos, hacen ofrendas, alaban, promueven actos de reparación o desagravio etc.

Veamos lo que nos dice San Pablo:

"Aunque tuviese el don de profecía, el conocimiento de todos los misterios y de toda la ciencia, aunque tuviese toda la fe, al punto de transportar montañas, si no tuviese a caridad, yo nada sería" (I Cor 13,2). Para traducir en un lenguaje actual, podríamos decir: "Aunque fuese el mayor místico, el mayor teólogo, la persona más religiosa, aunque dedicase toda mi vida a la oración y   tuviese la mayor fe del mundo, si no tuviese  caridad, yo nada seria".

Entonces, el verdadero amor a Dios es el amor al prójimo No hay otra manera de amar verdaderamente a Dios, pues a Dios nadie ve, y, por consiguiente, nadie puede alcanzarlo directamente. Al prójimo la gente lo puede ver. El amor es corporal, no está hecho de actos puramente espirituales.

Eso no quiere decir que la religión no tenga importancia. Ella forma  parte esencial de la vida humana, y así como las virtudes - la justicia, la prudencia, la templanza y la fortaleza -, necesita ser rectificada y transformada por la caridad. Una religión que no está orientada hacia el amor al prójimo es inútil y puede ser perjudicial - como dice San Pablo. Aún la misa puede ser señal de condenación. "Todo aquel que coma del pan o beba del cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor" (I Cor 11,27). ¿Quién es  el que come y bebe indignamente del cáliz del Señor? Aquél que no quiso compartir, que comió y bebió mucho sin mirar a su vecino que estaba pasando hambre. Esa falta de amor al prójimo es la indignidad. Por consiguiente, todos los actos religiosos deben ser reorientados para ser actos dignos y no indignos, porque la religión también se presta a corrupción - como todos los comportamientos humanos. En la religión la corrupción puede ser más difícil de detectarse, pero la posibilidad existe. Por eso la lucha de Jesús fue contra personas religiosas - los fariseos, los sacerdotes y los doctores de la Ley - que afirmaban encarnar la religión, pero no lo hacían. 

La corrupción de los ladrones es evidente, la de los jefes religiosos - cuando existe - es más escondida y, por eso mismo, más peligrosa.

La religión es parte de la vida humana, siendo común a todos - aunque haya personas que parecen ajenas a la religión, dando la impresión de no tener sentimiento religioso alguno. Se trata de una deficiencia estructural. Eso ocurre también en otras áreas: es posible encontrar personas que parecen ajenas a cualquier sentimiento moral - por ejemplo, los pistoleros, que carecen de sensibilidad artística - no teniendo ninguna atracción por obras de arte; que no tienen sensibilidad musical, y no se dejan seducir por ritmo musical alguno; que son de un egoísmo total. Son excepciones, pero existen. Dios tendrá compasión de esa deficiencia suya.

Sin embargo, la inmensa mayoría tiene religión - también los ateos. Los ateos están mal informados y, en el fondo, no saben cómo es el Dios de la religión porque  no lo  conocen - porque nunca tuvieron oportunidad o porque algunos devotos de la religión sirvieron más para ocultarles que para revelarles el rostro de Dios. Pero ellos, en la vida, tienen una referencia absoluta – que sin embargo  llaman con otro nombre.

Hay personas con sentido religioso más desarrollado y otras menos. En ese campo hay enorme heterogeneidad - así como sucede con la sensibilidad, el pensamiento, el gusto y el comportamiento de los seres humanos. Hay gran diversidad también entre los pueblos que elaboraron religiones diferentes. Ningún pueblo puede permanecer sin religión, aunque pueda haber una cultura que limita mucho la presencia visible de la religión. Sabemos que aún en la antigua Unión Soviética la religión permaneció - mantenida sobre todo por las abuelas que la trasmitían a los niños, aunque éstos supiesen enseguida que no podían manifestar públicamente  su religión. Cuando cayó la Unión Soviética, se supo que varios de los líderes del partido comunista oficial, representante del ateísmo, habían sido bautizados y tenían conciencia de eso.

La sociedad puede estar secularizada o laicizada en la vida  pública, pero eso no excluye que la religión tenga fuerte presencia en la vida privada. Sin religión la persona se siente sin rumbo en la  vida, sin saber porqué y para qué existe, y  qué tiene que hacer en este mundo. El ser humano vive en relación con la totalidad y no se contenta con una existencia limitada a lo visible, a lo sensible. Necesita estar relacionado con la totalidad y con el fundamento absoluto de la existencia.

La Iglesia también tiene una religión, aunque esa religión - así como existe hoy - no haya venido de Jesús, pues él no vino a fundar una nueva religión. Era judío y fue educado en la religión de sus antepasados. Denunció la corrupción - sobre todo de los jefes – de esa religión, porque en lugar de. promover el verdadero amor a Dios - que era el amor al prójimo -, desvió el sentimiento religioso para el prestigio y las ventajas materiales de algunos pocos. Jesús abolió el sacerdocio, los sacrificios y los templos - por prestarse a la corrupción. Los sacerdotes se creían una raza superior - formando parte de una tribu reservada. Gozaban de una serie de privilegios, pero Jesús los fustiga y quedan mal colocados para siempre en la parábola del Samaritano. Claro que en esa parábola Jesús tiene en vista a todos los sacerdotes y levitas, o mejor, a la estructura, a la clase sacerdotal y a los levitas.

Jesús rechaza los sacrificios, así como antes de él lo habían hecho los profetas - pues, todo es de Dios y él no precisa nada.  Su amor es gratuito y no es respuesta a un pedido. El pedido es inspirado por él como reconocimiento de que todo vino de él.

Estaba pendiente una promesa: el templo desaparecerá. Y el tiempo llegó, en que los verdaderos adoradores adorarán en Espíritu, y en  verdad - lo que quiere decir: por el amor al prójimo. Eso no se hace más en el templo. Dios está en la presencia de los pobres, de los necesitados y no está confinado en los templos. ¿Y si el no habita especialmente en un templo, porqué estaría en dependencia de los dueños del templo? 

Los que construyen templos quieren ser, de alguna manera, dueños del templo y de Dios - o por lo menos dueños del acceso a Dios. La experiencia muestra que cuando se construye una iglesia, los pobres quedan  fuera. Si el culto es hecho al aire libre, los pobres van; si es en un templo, no van. Esa es una señal bien significativa. Quien se alegra con la capilla es la persona que queda con la llave y, eventualmente, el cura - porque es el superior de quien guarda la llave. La oración también necesita ser muy simple, siendo necesario poner en primer lugar el  amor al prójimo, que se concretiza mediante la distribución del  pan, el perdón de las deudas y la liberación del mal - que es la destrucción de la vida, o sea, el abandono del prójimo.

El cristianismo reduce la religión de Israel para quedar solamente con su núcleo. Jesús no condena a las personas que practican el judaísmo, pero se queda apenas con lo esencial - así como hace Pablo: todo lo que pierde el sentido desaparece con la historia. Sin embargo los seres humanos no pueden vivir sin religión. Es una necesidad humana. La religión no viene de Dios, sino de los hombres que la edifican como parte necesaria de su cultura. La religión cristiana no fue creada por Jesús, sino que es el resultado del trabajo cultural de muchas generaciones cristianas. Jesús no dejó una religión preparada, sino una crítica a las religiones. Dejó un mandamiento donde está toda su herencia. Pasado algún tiempo, los discípulos de Jesús sintieron necesidad de una religión. En realidad, cuando se hicieron discípulos de Jesús no perdieron  su religión anterior, sino que procuraron reformarla para adaptarla a las  exigencias de la caridad. Lo hicieron con más o menos acierto. Crearon, de esa manera, un inmenso edificio cultural - que constituyó todo el sistema cultural de la Iglesia católica. Todo eso se fue acumulando durante los siglos. De ahí resultó un inmenso conjunto de creencias (ver el Catecismo de la Iglesia católica), un imponente edificio litúrgico y un detallado derecho canónico, así como toda una organización burocrática para hacer funcionar todo ese edificio institucional que es la armadura de la religión católica.

La apologética moderna muchas veces presentó el edificio católico como si fuese el desarrollo homogéneo de la herencia dejada por Jesús, como si todo derivase de él. Hoy sabemos que tal apologética es insustentable históricamente y no tiene sentido teológicamente.

Todo la armazón institucional fue construida a partir de las religiones que los discípulos de Jesús encontraron en  su camino. En primer lugar estaba la herencia del Antiguo Testamento. Sin embargo Jesús había suprimido el templo, el sacerdocio y los sacrificios, ahí estaba toda la armadura teológica de la Biblia. Los profetas habían condenado todo eso, pero aquello todavía estaba en la mente y en la cultura de los judeo-cristianos. Ellos reinterpretaron el sacerdocio. Desde el siglo III aplicaron a los ministros de la Iglesia la categoría sacerdotal y produjeron, de esa manera, una sacralización del ministerio - no prevista por Jesús. Jesús era laico y todos los apóstoles eran laicos — también san Pablo. Los ministros recibieron denominaciones laicas: apóstol, presbítero, epíscopo, diácono y profeta. Esas atribuciones no evocaban un sacerdocio. Fue influencia del Antiguo Testamento hacer la comparación entre los ministros y los sacerdotes de la antigua alianza. La presencia de sacerdotes en todos los pueblos de la antigüedad, tanto en el Imperio Romano como en los Imperios vecinos, daba más prestigio a la categoría sacerdotal. Los romanos acusaban  a los cristianos de ser ateos porque no contaban con todo el sistema religioso: templo, sacerdote y sacrificio. En adelante los cristianos podrían mostrar a los paganos que ellos también tenían sacerdotes y todo el sistema sacrificial.

  Ese destino respondía a un deseo consciente o inconsciente: tener cerca de si personas sagradas, que hacían el contacto con Dios. Es difícil aceptar la idea que Dios está en cada uno. Llegar a eso supone un gran desprendimiento. La mayoría de las personas – de aquel tiempo y también de hoy - necesita de intermediarios entre Dios y ellas mismas: quieren tener sacerdotes.

Esa inserción en la religión popular provocó una sacralización creciente del ministerio. Los ministros fueron revestidos, cada vez más, de significados y símbolos sacerdotales, y se creó toda una teología de la sacralización del ministerio.

La figura actual del sacerdocio no es simplemente el desarrollo de lo dispuesto por Jesús. Es el resultado de una sacralización ulterior, que fue  primero una gran señal de la incorporación de elementos paganos o judaicos en la Iglesia. La Iglesia retomó los elementos de las culturas judaica y pagana popular, así como las estructuras jurídicas del Imperio Romano.  La ley del celibato ligado al sacerdocio, así como  su exclusividad reservada a los hombres - excluyendo las mujeres – se debe mucho a esas culturas. Si el ministerio no fuese visto como sacerdotal, sagrado, formador de una casta clerical, no habría más fundamento para esas disposiciones - que muchos veneran como si viniesen de Jesús. Son categorías religiosas que correspondían a determinadas culturas.

La pregunta  es esta: ¿Qué pasa cuando la cultura cambia, y no tenemos más la cultura judaica ni la de los pueblos paganos del mediterráneo? Es importante que se perciba que  nuestra cultura perdió prácticamente todo contacto con esas herencias culturales. La Biblia dejó de ser la fuente de todas las culturas y, con el fin del latín, se fueron  perdiendo los lazos con el mundo pagano del Imperio Romano. Hoy la cultura religiosa está en proceso de cambio profundo. La sacralización del sacerdocio es la primera victima de ese cambio.

Nuestros contemporáneos quieren ministros de la religión, pero no como personas sagradas. Quieren ser dirigidos por ministros que sepan hablar en nombre de Jesús, que sean maestros de sabiduría, capaces de comunicar fe y esperanza. Admiran, más que nunca, a los profetas y a las profetisas de la caridad, pero no quieren verlos como personas sagradas apartadas de ellos, del mundo y de la vida común. Quieren verlos participando de los mismos problemas de la vida, fuentes de vida en  medio de las circunstancias y de los desafíos que todos encuentran. No quieren tener sacerdotes apartados, refugiados lejos de los problemas de la vida de cada día.

La figura sagrada del sacerdote está ligada al sacrificio. El sacrificio pertenece a una larga tradición religiosa, aunque no siempre haya sido un acto religioso básico. Sin embargo, desde la formación de los grandes imperios orientales el sacrificio ocupó creciente importancia. La legislación bíblica sobre el templo de Jerusalén es un perfecto exponente de la ideología del sacrificio.

No vamos aquí a profundizar los fundamentos antropológicos del sacrificio. Ya existen estudios interesantes sobre eso y aún es necesario continuar la investigación41.   Respecto a esto, el libro del Levítico ofrece una buena síntesis teológica.   Lo que allí se propone vale para todas las religiones contemporáneas. El sacrificio llega a ser el acto religioso fundamental. No hay sacrificio sin sacerdote. La función del sacerdote es el sacrificio.

Los profetas denunciaron los sacrificios. El sacrificio es pensado como una manera de atraer los favores divinos: sea para implorar el perdón por ofensas hechas a la divinidad, sea para pedir prosperidad o ventajas. En una cultura sacrificial, el ofrecimiento del sacrificio se transforma en ley: todos están obligados a ofrecer sacrificios, por intermedio de los sacerdotes.

Sin embargo, desde el Antiguo Testamento aparece una transformación del concepto de sacrificio. El sacrificio ya no es lo que los hombres ofrecen a Dios, sino lo que Dios ofrece a los hombres. Pues a medida que Dios es concebido como misericordia  y  perdón, el sacrificio se vuelve inexplicable42.

El Nuevo Testamento conserva el lenguaje de los sacrificios, pero dándole un sentido renovado. Parte de los conceptos populares - el concepto religioso de sacrificio era bastante popular en aquel tiempo - pero para cambiarles el sentido y usarlos para expresar el evangelio de Jesús.

Así escribe Pablo a los Romanos, en el comienzo de la parte práctica de su carta: "Os exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios: este es  vuestro culto espiritual. Y no os conforméis con este mundo, sino que transformaos, renovando  vuestra mente, a fin de poder discernir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto" (Rm 12,1-2).

¿Qué  quiere decir Pablo con "ofrecer vuestros cuerpos"?   He ahí la respuesta en la misma carta: "No entreguéis vuestros miembros,  como armas de injusticia, al pecado; por el contrario, ofreceos a Dios como vivos que han vuelto de la  muerte y ofreced vuestros miembros como armas de justicia al servicio de Dios" (Rm 6,13).

El ser humano puede ofrecer  su cuerpo al pecado o a Dios. Eso quiere decir que ofrecer es presentar, entregar, colocar a disposición. El hombre puede poner su cuerpo a disposición del pecado o a disposición de Dios - para hacer la voluntad de Dios, para trabajar al servicio de la justicia de Dios. Este es el culto nuevo: que Dios haga conmigo lo que es  su voluntad. De la misma manera Jesús ofreció  su cuerpo al Padre, para que el hiciese  de su cuerpo el instrumento de la renovación y de la salvación de la humanidad. No es un ofrecimiento hecho a Dios, sino una disposición para que Dios haga - así como cuando alguien pregunta: ¿quién se ofrece para hacer esa tarea? Alguien responde: yo me ofrezco. De la misma manera Jesús se ofreció para realizar la tarea que el Padre le pidió.

La epístola a los Hebreos hace una reinterpretación de la vida de Jesús a partir de las categorías de los sacrificios de la ley. Los sacrificios de la antigua ley desaparecerán. Ahora el único sacrificio es el de Jesús. Pero el nuevo sacrificio no es como los antiguos. Los sacrificios antiguos eran ofrendas para conseguir de Dios perdón o favores. En el Nuevo Testamento, Jesús no ofrece  ni da nada al Padre, sino que se ofrece para hacer la voluntad del Padre. Jesús se presenta para realizar la misión que el Padre le dio, y que culmina con su martirio. Los sacrificios del Antiguo Testamento eran cultuales; el de Jesús no es cultual, por tratarse de la propia vida y de la propia muerte – y no que Jesús ofrezca  su muerte como sacrificio para conquistar la buena voluntad de Dios. El sacrificio de Jesús es dar  su cuerpo no para que muera, sino para vivir, hacer, realizar una vida misionera de profeta que culmina en el martirio. El sacrificio es la disposición para hacer la voluntad de Dios.

 

 

41)  Cf. todas las obras de R. Girard (en especial O bode expiatorio, Paulus, Sao Paulo, 2004), y, en América Latina, muchas obras de Franz Hinkelammert, sobre todo La fe de Abra/iam y el Édipo occidental. DEI, San José da Costa Rica, 1989; El asalto al poder mundial y la violencia del imperio, DEI, 2003.

42) Cf. J. Comblin, "El sacrificio en la teología cristiana", en Pasos, n. 96, 2001, pp. 1-8.

 

 

La epístola a los Hebreos explica esto usando el texto del Sal 40,7-9: "Tú no quisiste sacrificio ni ofrenda, sino que me formaste un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no fueron de tu agrado. Por eso digo: Mira, aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad" (Hb 10,5-7). Jesús se ofrece para realizar la voluntad del Padre. Ofrecer es hacer, cumplir la misión, realizar el designio de misericordia del Padre. Jesús se dispone a ser instrumento de la misericordia y del perdón del Padre, de la recuperación de la humanidad y de su acceso a una vida mejor, superior, más perfecta. Ofrecer no es un acto cultual o simbólico, sino que es un acto real, trabajo efectuado en la realidad de este mundo - como fue  en la realidad de la Galilea de aquel tiempo.

La evolución teológica ulterior fue perturbada por el hecho de que el autor de la carta a los Hebreos no siempre repite que se trata de otro tipo de sacrificio - con Jesús el sacrificio cambia: pasa del rito a la realidad, del acto simbólico a la vida real, de lo cultual a lo material, real, terrestre. Por eso, la teología ulterior elaboró muchas explicaciones para aplicar a Jesús, rememorando la teología o la ideología del sacrificio del Antiguo Testamento. Ya que ese esquema todavía estaba en la mente de todos, no fue difícil volver a proponer esa teología. 

Todos aceptaban con facilidad que la muerte de Jesús fue un acto cultual, un ofertorio de sangre presentada a Dios para la expiación del pecado - con la diferencia de que, aquí, no es la sangre de los bueyes, sino la de Jesús. Eso suprime toda la novedad y revelación de Jesús — que no hace de su muerte un acto cultual, como una destrucción de si para aplacar la cólera de Dios. Jesús nunca pensó en igualarse, por ejemplo, a Ifigenia. Si así fuese, habría una vuelta al Antiguo Testamento, donde Dios se mostraba egoísta, celoso, cruel, implacable, que  no perdona, a no ser después de haber recibido una enorme compensación.

Esa ideología del sacrificio sirvió para reinterpretar la eucaristía. Se hizo de  ella un sacrificio equivalente a los del Antiguo Testamento - sacrificio múltiple e innumerable. Los teólogos hicieron malabarismos para conciliar el concepto sacrificial de la eucaristía con la afirmación de la unicidad del sacrificio de Jesús. La eucaristía es el memorial de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Jesús. Un memorial no es un nuevo sacrificio. Hasta recientemente esa ideología del sacrificio era tan fuerte que tal reinterpretación fue aceptada sin mayores dificultades. Las explicaciones de los teólogos fueron aceptadas. De esa manera, el culto cristiano dejó de ser el culto espiritual propuesto por San Pablo, para ser un culto simbólico, semejante al de las religiones antiguas; y el cristianismo se convirtió en una religión semejante a las otras.

En el cristianismo la persona se presenta delante de Dios, libre, disponible y dispuesta a hacer su voluntad  - que es su Reino en la tierra, la llegada del amor en la sociedad y en la vida eterna ya comenzada en esta tierra. Jesús ofreció  su cuerpo para realizar la obra del Padre durante 33 años - culminando en los tres últimos días, que fueron los de su pasión, muerte y resurrección. Fue un sacrificio laico - así como el nuestro, que se va concretizando en el tiempo cuando vivimos en el amor. Se trata de una transformación radical de la ideología del sacrificio, aunque durante tantos siglos; lo que más se enseñó fue justamente lo contrario del Nuevo Testamento. La base de la formación del clero sacralizado fue esa ideología del sacrificio.

Sin sacrificios cultuales y sin sacerdotes sacralizados no hay necesidad de templos. De hecho, el Nuevo Testamento proclama que ya no hay más templo (cf. Hech 7,48-50). Los discípulos de Jesús no necesitan templo, ya que  su sacrificio espiritual se realiza en la calle, en el ambiente de trabajo y en  su propia casa. Los discípulos necesitan solamente  salas de reunión para celebrar juntos el memorial. Ese lugar de reunión no es un templo. De hecho, los cristianos adoptaron la arquitectura de la basílica que era una sala de reunión y no copiaron los templos antiguos. Solamente después de Constantino reapareció la ideología del templo, que vino a consolidar la ideología del sacrificio y del sacerdote. En la práctica, la ideología del templo tiene hasta hoy una importancia enorme. La ideología sacrificio-sacerdote-templo marcó profundamente a la Iglesia católica – sobre todo después del Concilio de Trento, que la absolutizó, haciendo de ella el centro de su actividad y también de su teología. De esa manera, una construcción histórica inspirada por una cultura delimitada en el tiempo se volvió el centro de las actividades visibles de la Iglesia como institución. El evangelio fue integrado en el sistema y neutralizado, siendo reinterpretado por éste y dejando de ser el motor inspirador de los cristianos. Naturalmente estamos refiriéndonos aquí al sistema visible. 

 

Debajo del sistema aceptado por la fuerza, muchos cristianos pobres continuaron encontrando en el evangelio la luz y la energía de su vida. En su vida personal, muchos sacerdotes y laicos consiguieron traspasar los limites del esquema religioso que les fue enseñado. Supieron ser mensajeros del evangelio y no simplemente funcionarios de un culto. Pero la ideología, en lugar de expandir, restringió los esfuerzos de las personas. El obispo que me ordenó dijo un día, en un retiro para sacerdotes: el sacerdote que reza diariamente la misa y recita piadosamente el breviario cumplió el esencial. El resto seria algo facultativo, accidental.

El sistema sacrificial influenció mucho la propia oración. Se hizo de la oración un sacrificio, un ofrecimiento hecho a Dios: se ofrecen misas, declamaciones, cantos, fórmulas repetidas, valorizándose la multiplicidad y lo cuantitativo. Eso es lo opuesto de aquello que Jesús recomendó: hablar pocas palabras. La oración cristiana es apertura para aceptar el don de Dios, la vida y la misión que nos es confiada. La oración crea condiciones para quien quiere dirigirse al Espíritu Santo que inspira la acción. La oración fundamental es aquella de Maria en el día de la Anunciación, y la de Jesús: "Aquí estoy  para hacer  tu voluntad".

Claro que, en la práctica,  el 99% de las oraciones proferidas no expresan tales disposiciones. Son oraciones de pedido de socorro, para todas las necesidades de la vida - las mismas en todas las religiones. Son un fenómeno religioso universal. Son necesarias, no porque Dios las quiera, sino porque los seres humanos las necesitan para vivir con más seguridad y confianza. Sin embargo, el evangelio transformó la oración, y el mismo Jesús explicó cuál seria  se contenido: pedir a Dios que su voluntad se haga, o sea, prestarse a hacer  su voluntad. El cristiano dice: "Venga tu Reino por medio de mí"; "Que tu voluntad se haga por medio  de mi". Si no fuera así, la oración seria una falta de vergüenza. ¿Pedir a Dios que haga  su voluntad por medio de otros, y no por medio de mi colaboración, no sería eso?

Todo para decir que la caridad está por encima de cualquier religión, pero la religión es una necesidad humana e incorpora a las figuras de todas las culturas. Se trata de un fenómeno cultural, sin el cual los seres humanos no pueden vivir. De hecho, frecuentemente las personas que no tienen religión están desesperadas. Es lo que sucede hoy en Europa, continente de personas sin esperanza, sin fe y sin amor - a no ser en algunos pequeños núcleos aislados. El libro organizado por Pierre Bourdieu - que trata de la miseria -, no se refiere a la miseria de todo el mundo, sino a la existente en Francia, lo que es diferente43. Es un libro terrible, porque es la imagen del infierno: la descripción de un pueblo sin esperanza, amor y religión. Se trata de la miseria más profunda.  Los pueblos religiosos pueden ser miserables materialmente, pero son alegres porque saben porqué y para qué viven.

Hay una infinidad de expresiones religiosas que configuran una cultura - desde las sencillas súplicas por la salud hasta las alturas místicas de San Juan de la Cruz. Todo eso es expresión humana necesaria - así como son necesarios los caminos ascéticos que llevan a un cierto equilibrio humano. Pero todo eso todavía no es el amor. Las más bellas expresiones de los místicos o de las liturgias todavía no son el amor, porque el amor está formado por actos, por compromisos con el prójimo, y no por declaraciones verbales.

Delante de Dios, si no hay  caridad, la religión es inútil. La religión no es necesariamente práctica de amor, y puede estar totalmente alejada del amor, como Jesús bien explicó en el capítulo 23 de Mateo. Ahí queda muy claro que la religión puede ser un obstáculo al amor, cerrazón de la persona y de las instituciones al amor. La religión necesita  conversión al evangelio. 

 

 

Personas muy religiosas pueden ser egoístas, crueles, arrogantes, dominadoras, orgullosas; y las mismas instituciones religiosas pueden ser reductos de poder, de codicia, de egoísmo y de autoritarismo. La religión se vuelve un peligro cuando esconde el vacío de amor, la carencia de esperanza y de fe verdadera.

La religión puede ser el refugio de las patologías, la compensación de los resentidos, la revancha de los derrotados de la vida que ahí encuentran una recompensa. Todo eso requiere, por lo tanto, continua conversión.

La religión varía, evoluciona, pasa por transformaciones radicales semejantes a las que Kuhn evocaba cuando hablaba de cambio de paradigmas. Estamos percibiendo que el sistema sacrificial, con la ideología que lo sustenta, está perdido. Entró en una decadencia inevitable. Los movimientos integristas procuran mantenerlo, pero no consiguen darle nueva vida. Se trata de una realidad inerte, sin fruto, mecanizada, conservada por esfuerzo de la voluntad, pero ya no pertenece a la nueva cultura urbana. Estamos asistiendo al surgimiento de una nueva religión en la que la emoción religiosa, la expresión corporal de los sentimientos religiosos ocupa un lugar creciente. El triunfo del pentecostalismo, también en la Iglesia católica, es una señal muy clara de eso. Se dijo que el mayor acontecimiento religioso, desde la Reforma, fue el pentecostalismo del siglo XX. De hecho, renueva toda la expresión religiosa, aún cuando  el clero procure usarlo para dar un nuevo prestigio a la religión tradicional. ¡En vano! Lo que interesa al movimiento pentecostal no es eso. Las nuevas religiones, muchas veces con un aspecto que antes se llamaba panteísmo, dan otro señal. El abandono de las liturgias tradicionales de las Iglesias históricas es una de esas señales.

Las instituciones católicas, la Curia romana, los episcopados, el clero y las Ordenes religiosas antiguas no están preparados para crear una nueva cultura religiosa. No es su papel. Ellas debieran discernir lo que vale y lo que no vale, lo que combina con el evangelio de la caridad y lo que no combina, pues  son responsables por el evangelio y no por la religión, que es creación humana provisoria. Una nueva cultura religiosa está naciendo en  medio del pueblo. Si obispos, sacerdotes y religiosos están en crisis, es también porque no consiguen crear la nueva religión adaptada a la nueva cultura. Están adoptando una actitud equivocada. Su tarea sería la de anunciar el evangelio, y no insistir con la religión.

Sería precipitado describir la nueva cultura religiosa, porque está en plena elaboración. Está fermentando y produciendo innumerables realizaciones, la mayor parte de las cuales no perdurará, pero en el medio de las cuales van a surgir las estructuras de una religión actualizada. Esa no será la solución al problema de la evangelización. Crear una religión y evangelizar son dos cosas muy diferentes, aunque sea útil llegar a una cierta convergencia, de tal modo que la religión sea inspirada por el evangelio, sin poder nunca sustituirlo. Podemos integrar personas en un movimiento religioso, pero eso todavía no es evangelización. Enseñar una religión o actos religiosos no es evangelización. Evangelización  es anunciar lo que proclama el evangelio, y que la única manera de amar a Dios es amando al prójimo.

 

 

43) Cf. P. Bourdieu (org.), A miseria do mundo, Petrópolis: Vozes, 1997.

 

 

  El desafío está en cómo saber usar la religión para anunciar el evangelio, o sea, para que los cristianos puedan ir más allá de su religión del amor al Dios pensado, y llegar al amor al prójimo concreto - porque Dios se sitúa en el prójimo.  Las religiones, y sobre todo las instituciones religiosas, tienden a considerarse fines, pensando que todo debe concurrir para  su triunfo. Jesús fue muy claro, oponiéndose a eso.

 

15. AMOR DE DIOS

El amor que se dirige al prójimo, y hace  que los discípulos se amen los unos  a los otros, es el propio amor de Dios. Por eso,  es inmortal y ya constituye en el presente la realidad de la vida eterna.

"Para que el amor con que me amaste esté en ellos" (Jn 17,26). El amor del Padre para con el Hijo está en los discípulos y se manifiesta por el amor al prójimo. Pues la respuesta al amor del Padre es el amor al Padre, pero el amor al Padre es, en la realidad, el amor al prójimo. El prójimo es la presencia del Padre y no tenemos otro medio de amar al Padre. Amar al Padre no se hace por medio de palabras, por gestos de devoción u otros actos simbólicos. El amor al Padre se realiza por medio de actos concretos aquí en esta tierra - actos de amor al prójimo.

"Para que sean uno, como tú y yo somos uno: Yo en ellos y Tú en mí" (Jn 17,22-23). El amor del Padre tiene  su modo de ser entre los seres humanos: el amor al prójimo, que hace la unidad entre los seres humanos, es exactamente el amor que hay entre el Padre y el Hijo.

Permanecer en el amor de Jesús es guardar  su mandamiento. Ahora bien, ese mandamiento es el amor de los seres humanos los unos para con los otros (cf. Jn 15,12). "Si alguien me ama, guardará mi palabra y  mi Padre lo amará y vendremos a el y en el estableceremos morada" (Jn 14,23). ¿Y quién ama  a Jesús? "Quien tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama" (Jn 14,2 l). Ahora bien, el mandamiento de Jesús es uno solo (cf. Jn 13,34-35; 15,12.17).

El amor a Dios no es cultual, religioso, sino que es la vida común - con todas sus implicaciones terrestres. En Dios el amor no es cultual: no está en el culto que el Hijo o el Espíritu Santo prestarían al Padre. El amor entre las personas divinas - el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo - es el don de la vida, la propia vida que consiste en dar vida, no es una actividad de culto recíproco. Eso ocurre igualmente con  nuestro amor - que es el amor de Dios en nosotros: no está hecho de símbolos, y sí de un don real, de vida real.

  Eso no excluye que haya fenómenos místicos, expresiones místicas del amor a Dios. Pero el amor de Dios es una realidad que supera toda mística, por más sublime que sea. El cristianismo transforma las religiones, se expresa con formas religiosas, pero es en sí una realidad superior a cualquier religión, por ser el verdadero amor del Padre, y no  la expresión simbólica del amor. Por el amor a los hermanos, los discípulos de Jesús participan de la propia vida de las personas divinas. La religión es un sistema simbólico que puede abarcar todos los pensamientos, todos los sentimientos y toda la psicología humana, pero el amor no es ese sistema simbólico. En la religión hay muchos elementos que pueden estar al servicio de la caridad.  Pero ninguno se salva por haber pertenecido a una religión, sino solamente por el amor que dedicó al prójimo necesitado.

 

CONCLUSIÓN

  Jesús no vino  a destruir la religión, sino a llevarla a su perfección. Esa perfección está más allá de la religión. Esta precisa ser redireccionada constantemente para convertirse en preparación para la vida cristiana y no un fin en sí misma - lo cual es una tentación permanente, aunque inconsciente. La vida que Jesús vino a enseñar es bien simple. Pero esa simplicidad es, para nosotros, la ciudad colocada encima del monte, a la cual nos aproximamos sin nunca poder alcanzarla, pero con la esperanza de alcanzarla finalmente un día, después de la presente marcha. Aquí en la tierra la vida es un permanente combate entre el amor y la resistencia al amor - que es el pecado. 

 

            Eso nos muestra la necesidad que tiene la religión de estar en permanente cambio, para que se vuelva auxilio y no obstáculo al crecimiento de la vida. El mensaje de Jesús es siempre el mismo, pero la religión varía de acuerdo con la variación de las culturas.

La salvación es el amor. Quien ama está salvo y ya pasó de la muerte a la vida. La muerte física no lo cambiará. Lo que era en  su vida terrestre amor, permanece para siempre. La única realidad de este mundo que permanece hasta la eternidad es el amor.

 

 

 

Índice

 

Prólogo ....................................................................................................................  2    

 

Capítulo 1

LA ESPERANZA ............................................................................................................. ..............................................................................      

1. INTRODUCCION      ........................................................................................................... .......................................................................      3

2. LA ESPERANZA DE LOS VENCIDOS.......................................................................................................................................................       6

3. ESPERANZA  Y  DESEO ..........................................................................................................................................................................        9

4. ESPERANZA  Y MIEDO..............................................................................................................................................................................      10

5. MÁS ALLÁ DE LA REBELIÓN Y DE LA UTOPIA......................................................................................................................................       11 

6. ESPERANZA Y REALIDAD HISTÓRICA...................................................................................................................................................       15

7. LA ESPERANZA DEL PEREGRINO...........................................................................................................................................................      19

8. LOS PROFETAS DE LA ESPERANZA.......................................................................................................................................................      21

 

Capítulo 2

.LA FE  ...................................................................................................................................................................................................       23

1. INTRODUCCIÓN.......................................................................................................................................................................................       24 

 2. LA FE  COMO ILUMINACIÓN....................................................................................................................................................................      28

 3.  LA FE EN EL CAMINO DE JESÚS...........................................................................................................................................................      32

 4. JESUS RESUCITÓ....................................................................................................................................................................................      34

 5. LA FÉ EN EL ESPIRITU SANTO........................................................................................................................................................... ...      37

 6. LA FE Y LOS DOGMAS ............................................................................................................................................................................     39

 

Capítulo 3

EL AMOR...............................................................................................................................................................................................    41

1. INTRODUCCION..........................................................................................................................................................................................   42

2. EL ANUNCIO DEL AMOR.............................................................................................. .............................................................................   43

3. EL AMOR A LOS POBRES......................................................................................................................................................................... .  45

4. EL AMOR A LOS POBRES HOY................................................................................................................................................................ .  47

5. EL MIRAR......................................................................................................................................................................................................  50

6. LA COMPASIÓN ...........................................................................................................................................................................................  51

7. LA INDIGNACIÓN..........................................................................................................................................................................................  52

8. HACER....................................................................................................................... ...................................................................................  54 

9. EL LLAMADO.................................................................................................................................................................................................. 57

10. OBRAR SOBRE LAS PERSONAS............................................................................................................................................................... 59

11. SERVICIO Y TÉCNICA .................................................................................................................................................................  60

12. LA COMUNIDAD   .........................................................................................................................................................................  62

13. CARIDAD POLÍTICA ....................................................................................................................................................................   64

14. AMOR Y RELIGIÓN .....................................................................................................................................................................   6 5

15. AMOR DE DIOS ..........................................................................................................................................................................    70

 

CONCLUSIÓN ............................................................................................................................ ...........  71

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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"En este ensayo, no vamos a tratar de la religión, ni de la Iglesia de Occidente o la de Oriente, sino apenas del camino de Jesús. Este es vivido en el contexto de una religión, pero es superior a ella, y permanece crítico con relación a todas las religiones. Jesús criticó radicalmente la religión de su pueblo, y los cristianos también deben criticar la religión - en primer lugar, la suya -, porque ésta siempre tiende a  apartarse del camino de Jesús y  volverse autónoma, dando satisfacción a las necesidades o a los deseos religiosos de los pueblos, pero sin referencia al Reino de Dios. La historia del cristianismo es la historia del desarrollo de religiones llamadas cristianas y de la crítica de esas religiones, en nombre del camino de Jesús. En medio del mundo actual, tenemos que ser capaces de expresar lo que Jesús vino a traer al mundo. Si  él vino  a convocar a  la humanidad para seguir  su camino, importa - en primer lugar - saber exactamente cual es ese camino que debemos mostrar. La religión vendrá después, de acuerdo con la cultura de cada pueblo."