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Estuve muchas veces a Riobamba. Tal vez 50 veces sea exagerado, pero digamos 40 veces, a veces tres veces al año, a veces dos veces al año. En primer lugar creo que fue en gran parte por amistad. Monseñor era muy discreto e reservado en sus amistades, pero muy fiel. No era expresivo, pero daba señales suficientes de sus sentimientos. Yo le tenía mucha amistad y creo que él también. Otras personas me lo dijeron también. Don Leonidas era un hombre de total integridad. Había hecho una opción clara y definitiva por el pueblo indígena. Fue de una constancia y perseverancia a pesar de la oposición radical que sufrió en Riobamba de parte de la clase comercial dominante, a pesar de la incomprensión de la mayoría del episcopado. Sobre todo a pesar de la profunda depresión en la que estaba el pueblo indígena. Fue necesaria una inmensa paciencia de 30 años para que los indígenas levantaran la cabeza. Su metodología fue una paciencia incansable para escuchar las dolencias de los indígenas e infundir en ellos una esperanza de liberación y una confianza en sí mismos. Lo interesante no era el método, era la persona del obispo.
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Conocí a monseñor Proaño cuando me invitó para dar clases en el nuevo IPLA fundado en Quito en 1968 y dirigido por él, que era presidente de la comisión de acción social del CELAM. Este mismo año permanecí dos meses en Riobamba después del curso del IPLA y siempre estuve algunas semanas en Riobamba después del curso. Nació una amistad que no sabría explicar porque ella nunca se expresó con palabras. No creo que haya sido su teólogo porque o problema no era teológico. Era más bien como un informador que le ponía al tanto de la evolución del mundo y de la Iglesia.
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Participé de innumerables reuniones en Santa Cruz. La casa de Santa Cruz era la casa de acogida de los indígenas. Todo estaba hecho en función de ellos. Poco a poco ellos se abrían y aprendían a expresar sus esperanzas y sus aspiraciones, como también las dificultades que encontraban. Había el peligro de la emigración en masa a Guayaquil, y el peligro de la división de las comunidades por los evangélicos. Las reuniones eran de la mayor sencillez. Monseñor repetía sin cansar los llamados a la confianza, a la vida comunitaria a la lucha por defender sus derechos. Él les daba informaciones sobre el país, el mundo y la Iglesia. El centro del discurso era siempre la insistencia en la promoción de la, comunidad y de todos los trabajos comunitarios.
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El método de monseñor era muy sencillo. El milagro era la repetición. Monseñor conocía muy bien las limitaciones del pueblo indígena humillado, oprimidos, mantenido apartado de la vida de la nación, tratado como inexistente, insultado en las calles, maltratado. Sabía el estado de postración mental que esa situación creaba. Por eso sabía que debía poderse a la altura de ellos. Sabía escuchar aunque durante 30 años le contaran casi la misma historia. Ayudarlos a hablar, a no tener miedo, a hablar con confianza, a aprender a actuar en la sociedad civil. Entre ellos hablaban abundantemente pero como reacción de defensa se apartaban de los blancos y mestizos que los explotaban y menospreciaban. Al mismo tiempo les revelaba una religión de esperanza y no de miedo. Ellos habían recibido una religión de terror que pedía sumisión siempre y esperaba de los milagros de Dios la solución de los problemas. Monseñor les enseñó a cree en un Cristo liberador.
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En las reuniones monseñor estaba siempre en la pizarra. El mismo escribía el resumen de lo que habían dicho los indígenas, y, en esa forma les grababa en la mente lo que ellos mismos habían dicho. Él hacía algunas preguntas y ellos en grupos y en plenario decían lo que pensaban. Monseñor siempre pensaba en una promoción por la comunidad y en la comunidad. Nunca no he o’[ido dar una apreciación positiva de los Otavalenses. Con toda seguridad esto ayudó a mantener unidas organizaciones indígenas. Impidió que la mentalidad individualista capitalista prevaleciera. Un gran paso fue dado cuando nacieron los misioneros indígenas Entonces fueron varones y mujeres campesinos de ellos mismos que fueron a visitar las comunidades indígenas para promoverlas y evangelizarlos. Adquirieron una seguridad y una afirmación de si mismos. Fueron los visitadores de las comunidades. Trajeron mucha experiencia. Esos indígenas que eran y son los más pobres entre los pobres muestran con la mayor sencillez, la bondad humana, la solidaridad en todas las necesidades, la mayor sinceridad y sencillez. Monseñor supo darles responsabilidades también en las Entre ellos la vida de familia y de comunidad es el valor supremo y el dinero no reina. Son los herederos de una larga cultura humana que el culto al dnero pone en peligro. Esos pobres enseñan lo esencial de la vida humana antes de todo el consumismo occidental
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Creo que en esa forma monseñor aprendió a vivir también con la mayor sencillez, sin nada de bienes de consumo, en una verdadera pobreza Aprendió a ponerse también él a la altura del pueblo indígena. Tenía una pequeña habitación en la casa de retiro. Toas las noches el equipo se reunía con él en esa habitación para comentar todo lo que había sucedido.
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Creo en el hombre era creer en el hombre indígena, o sea en el hombre que hay en ellos, lo que las clases dominantes del Ecuador niegan. Cree que el indígena también es hombre y tendrá que ser promovido como hombre y cree que esa es su tarea evangelizadora en medio de ese pueblo. Cree en la comunidad para el porvenir del pueblo indígena.
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No me parece que el seminario indígena haya tenido resultados muy positivos. En realidad, se necesitaba una reforma mucho más profunda y no había nadie en la diócesis que pudiera hacer ese trabajo. En primer lugar con formadores con poco conocimiento del idioma indígena todo era muy difícil. En segundo lugar habría sido necesario elaborar una espiritualidad indígena y tampoco había gente preparada para hacerlo. Y muchas otras cosas más. Monseñor tenía una confianza a veces ingenua en los hombres. Tomaba en serio todo lo que decían. Llevaba a serio las ideologías de sus colaboradores sin darse cuenta de que se trataba de puras palabras sin contenido real. Tuvo muchos problemas porque aceptó sacerdotes, laicos y otros colaboradores que no tenían capacidad, incluso que tenían problemas sicológicos. Muchas de las críticas que se le hacían, las merecían algunos colaboradores. Sobre todo en lo que se refiere a los extranjeros. Muchos venían atraídos por la fama de monseñor y creaban más problemas que los que venían a solucionar.
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La experiencia mostró la eficacia de esa educación porque es evidente que el nivel de desarrollo de los indígenas se ha elevado en forma notable.
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No tengo datos suficientes para apreciar la labor radiofónica de monseñor en todas sus dimensiones. Creo que las escuelas radiofónicas tenían una gran audiencia. Las charlas radiofónicas de monseñor son muy sencillas, al alcance de todos, son un modelo de catequización. Siempre concentradas alrededor de un tema, y explicando con la misma minucia, con la misma precisión de siempre. Creo que han tenido una repercusión muy gran de, pero n o podría dar una apreciación más exacta.
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No podría dar una apreciación un poco exacta de la influencia del IPLA. Creo que fue importante porque la primera preocupación de Alfonso López Trujillo cuando fue elegido secretario general del CELAM, fue suprimirlo. En realidad hubo un numero significativo de alumnos que ocupaban puestos importantes en su diócesis. Supe de varios conflictos locales cuando los alumnos regresaban del curso y no había preparación en la diócesis. En el Ecuador mismo el IPLA fue muy controvertido. Era la obra de Proaño y por eso se le atribuían muchos de los “errores “de Proaño. A Proaño le acusaban de dar su apoyo al IPLA y al IPLA de corromper a Proaño. Por las reacciones creo que hubo muchas denuncias a las nunciaturas. En muchos países no había ninguna posibilidad de entender lo de Vaticano II y por eso hubo grandes escándalos. Sin embargo, muchos ex alumnos tomaron iniciativas renovadoras sobre todo en la formación de comunidades y en la implicación en los asuntos del mundo.
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En el Ecuador la reforma agraria era la defensa y la reivindicación del derecho a la tierra de los indígenas. La reforma agraria era un paso fundamental en la promoción humana de los indígenas.
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Proaño era pacífico ya por temperamento. El conflicto le repugnaba ya por temperamento y no solo por convicción. Nunca buscó el conflicto como hacen otras personas. Hay incluso obispos que se sienten mejor en una situación de conflicto. Conocí a algunos así. Proaño sufría mucho con los conflictos que creaba por sui actuación. Pero, el apego a la verdad y la justicia era más fuerte, y su amor a los indígenas más fuerte que el miedo al conflicto. Siempre se ponía triste cuando había conflicto con ciertos obispos o sacerdote o religiosos y ciertas autoridades civiles o sociales. Lejos de buscar el conflicto, este le hacía sufrir. Por eso lejos de provocar los conflictos, estos le asustaban. De alguna manera no entendía como otras personas pudieran no entender y defender la justicia pata con los indígenas. Se admiraba cada vez que alguien se oponía a sus acciones de defensa de loa indígenas. Le escandalizaba que hubiera personas que no entendían. Su sentimiento de justicia era tan fuerte que n o podía entender que otras personas no buscaran la misma justicia. Había alí otra manifestación de su confianza en los demás. Nunca sospechaba que hubiera personas que quisieran el mal.
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Me acuerdo que para mi fue motivo de gran alegría. Yo les había explicado a los obispos cual erala doctrina de seguridad nacional de los ejércitos latinoamericanos. Todos dijeron: después de la clase teórica, viene la aplicación práctica. Para los obispos eso era una experiencia providencial y creo que los marcó a todos. Decían: si nos tratan así a nosotros los obispos, ¿ como trataran a los campesinos y otros pobladores sin defensa? Esto les permitía sentir un poquito lo que era el dolor, la humillación y la injusticia de que eran víctimas los pueblos, sobre todo los más pobres de los pueblos. Creo que todos los obispos tendrían que pasar por una experiencia semejante. Pero, no siempre hay oportunidad. Al mismo tiempo la experiencia les abrió los ojos sobre la falsedad de los nuncios y de la curia romana y de cómo engañaban al Papa que era Pablo VI. Me acuerdo también que el líder de los obispos era Mons. Bogarin ( Paraguay), y esto nos hizo lamentar que no haya podido ser el presidente del CELAM porque las mentiras de la curia romana impidieron que fuera elegido. Un hecho simbólico queme llamó la atención fue lo siguiente. En medio de la noche, Mercedes Roman pudo convencer a un soldado que trajera pan y vino para celebrar la eucaristía. Predicó mons. Parra León (Venezuela) que celebraba sus 50 años de sacerdocio. Dijo: durante 50 años he celebrad la eucaristía todos los días; hoy día es la primera vez que estoy entendiendo.
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No creo que se habría mantenido un decreto de expulsión. No había unanimidad en el ejercito y había generales que condenaban la conducta del general ministro de interior. Habría habido una fuerte reacción internacional. El Ecuador no era Chile, ni Argentina.
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Yo no diría que he sido teólogo “de”la generación de obispos, sino más bien que he sido teólogo contemporáneo de esa generación. Personalmente no pude estar presente en Medellín porque mi nombre fue vetado pela curia romana, juntamente con otros tres nombres ligados a Lovaina. He participado de la preparación al lado de dom Helder Câmara. No tengo informaciones sobre el papel de mons. Proaño en el Concilio. En Medellín estaba encargado de la ponencia sobre los problemas sociales de América latina. Roma le cortó la mita del asunto, para contra-balancear la influencia que debía tener. De todos modos su ponencia tuvo repercusiones y mostró la orientación de la asamblea. También en Puebla su presencia fue muy fuerte porque también estaba en la comisión encargada de la situación latinoamericana y su testimonio fue determinante. Sobre la amistad entre Manuel Larraín y Proaño no tengo informaciones. Sé que había esa amistad y gracias a ella Proaño fue encargado de la acción social en el CELAM, pero no tengo informaciones más concretas.
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Durante 400 años la Iglesia católica fue en América latina la copia fiel de la Iglesia ibérica. Todo venía del otro lado del Atlántico y nada fue asumido conscientemente de las culturas locales, ni de la cultura indígena, ni de la africana, ni de los criollos, mestizos. Hubo una generación de obispos y misioneros fundadores en la primera mitad del siglo XVI, pero eran españoles y no lograron crear una orientación propia. Después de ellos, las iglesias locales entraron en el modelo ibérico. Con la generación de Medellín aparece una línea propia, especifica, inspirada en la situación y la cultura latinoamericanas y decidida a expresar el cristianismo en forma independiente de las estructuras coloniales. Fueron los fundadores de una Iglesia con rostro propio, típico y reconocido como tal por las demás iglesias.
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La herencia espiritual de mons. Proaño es la integridad. No hizo concesiones ni a la mentira, ni la injusticia, no buscó nunca su interés personal, no tenía miedo, no era cobarde, era fiel a su pueblo, sabiendo que la fidelidad a Dios era la fidelidad al pueblo indígena oprimido. Hizo opción por los más menospreciados, los últimos de los últimos, hasta el último suspiro y no se dejó desviar de su misión por nada. Aceptó el precio que tuvo que pagar por ser fiel incondicional a su pueblo indígena. Creo que la santidad está en esa radicalidad. Para él, no había amor sin justicia y el amor al pueblo indígena se expresaba en la lucha por la justicia. No una justicia abstracta, sino, la justicia debida al pueblo indígena maltratado, expoliado humillado durante 500 años.
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Proaño siempre dio un apoyo total a los teólogos dichos de la liberación. El mismo les consultaba y les daba mucha atención. Se interesaba por todos sus proyectos. Para los teólogos, Proaño era una referencia siempre presente, una de las personas ejemplares en las que se encarnaban la figura del cristiano en aquella hora histórica de América latina. Era el nombre siempre citado. A casa de Santa Cruz en Riobamba era como un lugar de peregrinación obligatorio. Para mí, Proaño era el seguidor perfecto de Jesucristo, el hombre que lo dedicaba todo a su misión, totalmente comprometido con los pobres a ejemplo de Jesucristo.
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Sus colaboradores nunca fueron muchos. Fueron pocos, pero fieles. Sin la presencia materna constante de Angelina, mons. no habría sobrevivido a una vida tan austera. Era una presencia extraordinariamente discreta, pero que lo acompañaba siempre e sabía ayudarlo en el momento oportuno. Hablaba muy poco, estaba siempre disponible y sonriente. Era exactamente la persona que él necesitaba y él lo sabía. Mons. Bravo fue el escudero fiel, como vicario general, el apoyo siempre firme. Entre los colaboradores más íntimos creo que estaba en primer lugar Carlos, y, con él, el equipo misionero. Ese equipo misionero era la realización de los sueños de monseñor. Carlos hablaba quichoa y se sentía muy identificado con los indígenas. Había otros, pero no tan íntimos.
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Como decir el secreto de la personalidad de una persona ? Creo que lo más profundo era su identificación con los indígenas y su voluntad de hacerles salir de su miseria. Trataba de liberarlos con los medios a su disposición. Por eso no tenía para si mismo ningún deseo, ninguna ambición, pero estaba decidido a defenderlos con todos sus recursos. Creo que sus últimas palabras antes de la muerte revelan lo más profundo. El asumía la culpa del pecado de abandono en el que la Iglesia dejó a los indígenas durante siglos, permitiendo que fueran totalmente robados de todo lo que tenían, durante 400 años. Él quería asumir esa culpa y luchar por su redención, hacer acto de reparación. Lo hacia con humildad, sin ninguna arrogancia, sin agresividad en contra de nadie, pero con una convicción total. Era tímido, retraído por temperamento, pero tenía un amor secreto, que era el pueblo indígena que quería salvar. Se sentía el representante de la Iglesia para darles la compensación por todos los males que habían sufrido por parte de la Iglesia y de sus ministros.