EN EL CUAL LA VERDAD SE REVELA?
Por p. José Comblin
La respuesta está en el Nuevo Testamento cuya aplicación se halla en personas que conocemos.
En primer lugar está la condición fundamental. Jesús dice: “No os preocupéis”.
Cualquier preocupación impide o limita tanto el conocimiento como el amor. Pues ella concentra la persona sobre sí misma e impide ver a los otros como seres que esperan nuestro amor. Quien está preocupado tiende a ver, oír y sentir todo a partir de la preocupación. La preocupación reduce el alcance de la percepción a los objetos o las personas o las situaciones que preocupan. La preocupación impide la libertad y torna a la persona esclava de su preocupación.
¿Qué es lo que puede preocupar? Con certeza, en primer lugar, el miedo. Los ricos temen perder lo que tienen, o tienen miedo de no poder aumentar su riqueza. Los pobres tienen miedo de que los ricos les quiten lo poco que tienen. Existe el miedo de los otros. Miedo de la violencia, del robo, del asalto. Los más débiles tienen miedo, así como las mujeres, los ancianos, los deficientes y los jóvenes.
El joven tiene miedo de ser sospechoso de violencia y el anciano tiene miedo de ser víctima de la violencia. Las mujeres sufren tanta violencia que el miedo puede tornarse actitud constante. Miedo de salir a la calle, o de frecuentar ciertas calles, ciertos barrios, miedo de encontrarse con personas desconocidas, miedo de los traficantes, miedo de la propia policía.
De ahí la multiplicación de los sistemas de protección. El muro, la llave, el candado se convierten en símbolos de la relación entre las personas. Eso no ocurre igualmente entre todos los pueblos y culturas. Sin embargo, las sociedades más primitivas tienen miedo de otras tribus, miedo de otras naciones, miedo de una invasión, de una conquista. El miedo puede ser latente, pero aún así él paraliza.
Hay también el miedo de las fuerzas sobrenaturales, espíritus, demonios, fuerzas maléficas, miedo de Dios. La religión siempre fue fuente de miedo, pero también fue, al mismo tiempo, fuente y remedio. Ella proporciona garantías, protección, seguridad contra el miedo a lo misterioso, miedo de Dios.
En la cristiandad, los predicadores se encargaron de alimentar ese miedo porque la influencia social del clero estaba fundada principalmente en ese miedo. El miedo del infierno y el miedo de un purgatorio prolongado que proveía millares de intenciones de misas.
No se puede conocer a Dios si se tiene en el fondo miedo de él. Dicen que Santa Teresita de Lisieux, cambió la concepción de Dios vigente en la cristiandad, porque enseñó que Dios es padre bondadoso y lleno de amor.
¡Fue preciso que una joven religiosa viniera a anunciar que no se debía temer a Dios, cosa que habían enseñado millares de obispos, sacerdotes, teólogos, catequistas durante siglos! Cultivaron el temor religioso en vez de liberarse a sí mismos y a su pueblo de ese temor. Ahora bien, el temor religioso oculta en lugar de revelar la verdad.
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(Párrafos extractados del libro:”¿Qué es la verdad?”, págs. 37 y 38, traducción del portugués, publicada por el También Somos Iglesia-Chile, en mayo 2007).
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